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Cómo evitar que coman por aburrimiento Niño

Cómo evitar que coman por aburrimiento

Hambre y apetito son términos que aluden a sensaciones que, a menudo, usamos como sinónimos. Sin embargo, es fundamental aprender a diferenciarlas, ya que esto condicionará en gran medida lo que comemos y las cantidades que ingerimos. Identificar estas sensaciones desde que el niño es pequeño es una tarea complicada para los padres, pero es crucial porque contribuirá a su salud física y mental, a corto y largo plazo.

 

Hambre versus apetito

El hambre es la necesidad acuciante de ingerir alimento, del tipo que sea, con la finalidad de obtener energía. Es una señal del cuerpo que informa que las reservas se han reducido y que es necesario reponer esa energía. La sensación de hambre aparece regularmente al cabo de cierto tiempo, después de la última comida y siguiendo una rutina que nosotros mismos hemos contribuido a crear. El hambre no es selectiva ni se encuentra modificada por estímulos ambientales. Además, tiene manifestaciones somáticas (síntomas corporales): sensación de decaimiento, ruido en las tripas, etcétera.

El apetito es más selectivo, ya que es el deseo consciente de tomar algún alimento concreto. Es decir, es más específico porque en un momento determinado apetece un alimento en concreto: chocolate, chucherías, etcétera; y es dominable. Es una sensación más placentera, porque se tiende a satisfacer un deseo que no responde a una necesidad fisiológica de reponer energía.

 

Factores que influyen en el apetito

  • Aburrimiento: a veces se recurre al alimento como forma de pasar el tiempo.
  • Estados de ánimo tristes, inquietos o preocupados: en muchas ocasiones, tanto adultos como niños, comemos para sentirnos bien emocionalmente. Simplemente la ingesta de una comida puede alterar el humor y las emociones, reduciendo el nivel de activación y la irritabilidad, al tiempo que incrementa la calma y el afecto positivo. La alimentación puede regular las emociones, al mismo tiempo que las emociones pueden regular la alimentación.
  • Marketing y publicidad: nuestros niños, y también los adultos, recibimos una gran influencia tanto de la industria alimentaria como del marketing y la publicidad, que muchas veces nos inclina al consumo de alimentos por pura apetencia. La presentación de los alimentos es también un factor determinante en la provocación del estímulo del apetito. Por esta razón, las empresas mejoran constantemente sus envases a fin de hacerlos más atractivos y comerciales.
  • Reclamar atención: las exigencias laborales y familiares hacen que, a veces, no le dediquemos a los niños el tiempo que deseamos o necesitan. De este modo, pedir alimento se convierte en una forma de pedir más atención.
  • Imitación: a veces el picoteo es un hábito familiar y el niño lo repite. Los comportamientos de la familia tienen una influencia importante en la determinación de los patrones dietéticos. Como abastecedora principal de los alimentos disponibles y accesibles en el hogar, la familia proporciona la estructura de la comida, cuándo se come y qué se ofrece, transmitiendo actitudes y preferencias hacia  los alimentos.
  • Excesivas restricciones debidas al sobrepeso: las prácticas de alimentación que se ejercen sobre el niño pueden influir en gran medida en los patrones de ingesta. Si tiene soprepeso y se le restringen ciertos alimentos sabrosos, se promoverá la preferencia por su consumo (es lo que podríamos denominar alimentos prohibidos).

 

¿Qué hacer para que controle su apetito?

Decir que no a un niño que nos está demandando alimento no es tarea fácil. Lo primero que tenemos que hacer es descartar la posibilidad de que el pequeño sienta hambre. Puede suceder que la comida anterior fuera muy ligera o que el niño esté atravesando por una etapa de crecimiento más acelerada e incluso que acabe de pasar una enfermedad y en esos momentos tenga más hambre.

En casos como éstos, negarle un tentempié no tendría justificación. Por eso, lo que tenemos que hacer siempre es ofrecerle alimentos nutritivos, preferiblemente ligeros y de fácil digestibilidad, como frutas variadas, un yogur, un vaso de leche o alguna galleta. Si el niño tiene a mano este tipo de alimentos saciantes y con bajo aporte calórico, pero con una buena concentracion de nutrientes, no recurrirá a otros alimentos muy calóricos como las patatas fritas, los embutidos o la bollería industrial.

Además, debemos asegurarnos de que el alimento en cuestión va a ser consumido lo suficientemente alejado de la siguiente comida.

Una vez descartada la posibilidad del hambre, estas pueden ser algunas buenas opciones:

  • Ayudarle a encontrar una actividad con la que entretenerse: hacer un puzzle, leer un libro, pintar, cantar, bailar, etcétera.
  • Salir a dar un paseo.
  • Dedicarle un tiempo para que se sienta acompañado, a veces, simplemente es suficiente entablar una conversación con él.

 

Los riesgos de comer a todas horas

Comer de forma irregular y a deshoras o comer motivado por el aburrimeinto puede desarrollar problemas graves en el futuro como:

  • Desarrollar obesidad: las funciones vitales del organismo requieren un determinado gasto energético que debe ser compensado con la energía procedente de la dieta. El balance energético se mantiene equilibrado si la ingesta es semejante al gasto. Si lo que comemos es excesivo de manera crónica esto puede contribuir al desarrollo de sobrepeso u obesidad.
  • No tener suficiente sensación de hambre a la hora de comer: si el niño come permanentemente, la señal del cuerpo que informa que las reservas se han reducido (hambre) no aparecerá, por lo que será mucho más selectivos al comer, pudiendo contribuir a deficiencias de distintos nutrientes.
  • Favorece el desarrollo de caries dental: tener permanentemente la boca con restos de alimentos favorecerá el desarrollo de las bacterias de la placa dental, que convierten el azúcar en un ácido capaz de lesionar la superficie externa del diente.
  • Se reduce la concentración: si se come a todas horas puede reducirse la concentración para realizar otras actividades.

 

Enséñale a identificar el hambre

Mantener unos horarios de comidas familiares y escolares es fundamental para que el niño sienta la sensación de hambre y aprenda a percibirla. Es un aprendizaje que se logra en el día a día y que contribuye a una adecuada digestión de los alimentos. Por ejemplo, si diariamente la cena se realiza a un horario diferente, la consecuencia será llegar sin hambre o “pasado” de hambre. En cambio si mantenemos un horario regular educaremos al cerebro y al estómago.

 

5 comidas al día

Es esencial que el niño no se salte ninguna de las cinco comidas diarias: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena, respetando los horarios para evitar la ansiedad y que coma por su cuenta ciertos alimentos poco aconsejables. Además, es muy importante que coma despacio y masticando bien.