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Los niños necesitan límites Niño

Los niños necesitan límites

Algunos padres relacionan la disciplina con un modelo de educación autoritario del que quieren huir. Sin embargo, los psicólogos están alertando de que la falta de normas está causando numerosos problemas de conducta y advierten que los niños necesitan límites para crecer seguros. Pero, ¿cómo establecer esas normas?

Actualmente, los padres son muy cautelosos a la hora de imponer prohibiciones y castigos, y la mayoría tienen miedo a demostrar excesiva fuerza a sus hijos. La educación autoritaria les aterroriza y no desean mostrar una actitud dominante, sobre todo, cuando algunos todavía recuerdan las traumáticas huellas que este modelo de educación dejó en ellos.

Como consecuencia tenemos una generación de padres más tolerantes, liberales y amistosos que los padres de antes, pero que no han desarrollado un modelo de educación propio. En esta generación, coexisten varios tipos de padres (sobreprotectores, colegas, manipuladores, autoritarios, empáticos…), que desarrollan modelos socio-familiares bien distintos como el democrático, el permisivo, el participativo… y que luchan por mantener una posición equilibrada entre el dar y el exigir.

El debate social acerca de la permisividad y la imposición de límites a los niños es muy intenso. No hay escuela de padres, reunión de colegio o debate familiar en el que este tema esté entre sus prioritarios. Y ¿por qué? Fundamentalmente, porque existe una conciencia generalizada de que se nos ha escapado de las manos y parece empezar a tener consecuencias negativas en el comportamiento de nuestros hijos en todas sus edades y etapas de desarrollo.

La psicóloga Silvia Álava, directora del Área Infantil del centro de psicología Álava-Reyes, y autora de varios de libros, entre ellos Queremos que crezcan felices, asegura que “algunos padres no quieren ser autoritarios y evitan poner normas y límites. Sin embargo, poner normas y límites no significa ser autoritario, entendido como golpe de corneta y disciplina militar. Sabemos que el estilo educativo que mejor funciona es el democrático, es decir, las normas y los límites están pactados, así todos sabemos que es lo se espera de cada uno, y lo que podemos hacer o no. Además, dentro de las normas y límites, se puede hablar, se puede negociar, y puede haber muchos besos, mimos y caricias. Quizás el principal problema viene ahí, de confundir que con las normas y los límites vamos a ser autoritarios y eso significa no dar besos, abrazos, caricias o no negociar”.

 

El equilibrio de los límites

Del mismo modo que coexisten varios modelos socio-familiares, actualmente la horquilla en la que nos movemos los padres para establecer límites y normas a nuestros hijos también es muy amplia y abarca desde la permisividad total hasta lo más estricto. Entre un extremo y otro existe un modelo que logra el equilibrio entre ambas funciones y es donde se encuentra la auténtica capacidad educativa de la familia, ya que deja espacio para la libertad y supone educar a los hijos en la capacidad para tomar decisiones y actuar de forma responsable ante las diversas situaciones de la vida diaria.

En este sentido, la psicóloga Silvia Álava, defiende que “hay que educar con estilo democrático. Es importante que esté todo claro: ‘si yo no te he dicho cómo se tienen que hacer las cosas y luego las haces mal, y te regaño, te puedo confundir porque en ningún momento te expliqué lo que esperaba de ti’. Lo mejor es avisar, los niños tienen que tener claras las reglas del juego, las debemos tener claras toda la familia y hay que ponerlas encima de la mesa. No hace falta hacer un listado de normas enorme, mejor pocas y muy claras”.

Es precisamente en los extremos de la horquilla educativa donde las normas y los límites están en desequilibrio y donde estos se pueden convertir en perjudiciales para el desarrollo del niño. La razón es que cuando los límites son muy permisivos o poco firmes, los niños responden transgrediendo lo no permitido y se permiten desafiar y cuestionar a sus padres. Como consecuencia, los niños no aprenden a ser responsables de sus actos, porque no tienen que responder ante nadie ni van a ser juzgados por su conducta. Los padres que caen en falta de firmeza tienen que aprender a decir un NO a tiempo y que ese NO realmente signifique NO.

En el otro extremo, cuando los límites son muy estrictos, o que es lo mismo, cuando el control es excesivo, los niños tienden a rebelarse o necesitan constantemente la aprobación de los demás. Cuando está controlado absolutamente todo se entorpece su aprendizaje, ya que la rigidez no les permite llegar a experimentar las consecuencias por sí mismos.

 

¿Por qué es tan importante que los niños tengan normas y límites?

Educar con normas y límites supone uno de los factores de protección para reducir la aparición de conductas de riesgo tanto en la infancia como en la adolescencia. Todos los niños necesitan comprender las normas que existen en el entorno donde se mueven, saber hasta dónde pueden llegar y qué es lo que pasará si sobrepasan esos límites. Gracias a una educación con normas y límites, los niños se pueden sentir seguros y protegidos porque saben quién está al mando y con quién van a poder contar para que les vaya guiando en el aprendizaje. Para el niño sería muy inquietante darse cuenta de que tiene el poder, de que dispone de más capacidad de decisión que sus padres. Por lo tanto, gracias a los límites, los niños tienen una orientación que guía su conducta. La psicóloga Silvia Álava considera que “los límites son necesarios por varios motivos. A todos nos da seguridad saber dónde están las normas y los límites, qué es lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer”.

Otra ventaja de crecer con límites es la confianza que sienten los niños cuando sus padres les informan claramente cómo deben hacer las cosas, hasta donde pueden llegar... “y esta confianza les va a ayudar a generar autocontrol. Hay padres que creen erróneamente que poner normas y límites a los niños va a anular su personalidad y les tenemos que decir que nada de eso, todo lo contrario. Los límites desempeñan un gran papel en el proceso de adaptación y descubrimiento de su medio. A medida que van creciendo necesitan determinar cómo van a actuar en cada una de las situaciones que se les presenten. Para aprender a comportarse de forma adecuada los niños necesitan mensajes claros sobre las normas, es decir, sobre lo que se espera de ellos y principalmente son los padres los que pueden darles esta información”, asegura Silvia Álava.

 

El riesgo de crecer sin normas ni límites

¿Qué ocurre cuando los niños tienen normas variables? “Suelen desarrollar ansiedad, fruto de la incertidumbre de no saber lo que ocurrirá después de un determinado comportamiento, y a la larga, puede convertirse en un sentimiento de inseguridad”, destaca Álava. Cuando los límites están claros y permanecen estables, los niños saben si la conducta que están realizando es adecuada o no y también las consecuencias que tiene el incumplimiento de una norma.

Sin embargo, cuando los niños tienen límites poco claros y definidos, no saben hasta dónde llegar y es entonces donde comienza la lucha con las normas que rigen la organización del grupo y en consecuencia les traerá en muchas ocasiones problemas de conducta en el colegio y rechazo por parte de los compañeros.

Y es que como a los niños les gusta experimentar por sí mismos, por mucho que los padres les adviertan, en algunos casos la educación se convierte en un pulso entre hijos que necesitan indagar y conocer las consecuencias y padres que luchan por mantener el control. Precisamente, para conocer hasta donde llega este grado de control, los hijos ponen a prueba el poder que sus padres tienen sobre ellos y es una de las cosas que exploran con mayor frecuencia. La experiencia les enseña hasta donde pueden llegar y cuál es su posición con respecto a los otros miembros de la familia. En su inicio este aprendizaje tiene lugar en casa y más adelante se da en otros ambientes como el colegio, donde también existe autoridad. Por este motivo, educar con normas y límites va más allá del ámbito familiar y es importante a nivel social.

 

Cómo poner las normas en casa

  1. La norma debe responder a una necesidad. A parte de las fundamentales que siempre responden a una necesidad, las normas importantes se deben poner cuando hemos visto que reiteradamente se produce un comportamiento que no nos gusta (llega tarde a casa, no se lava los dientes tras las comidas, habla faltando al respeto…).
  2. Debe estar adecuada a la edad y al grado de maduración de los niños. Así nos aseguramos que la norma tiene un sentido realista y que los niños están preparados para cumplirla.
  3. Los padres deben estar de acuerdo entre ellos con la norma. En la educación de los hijos, entre los padres no debe haber fisuras, porque los hijos pueden utilizarlas para incumplir la norma. Además, la considerarán inútil porque saben que carece de importancia para el otro progenitor.
  4. Las normas deben estar formuladas en positivo, es decir, en vez lugar de “no faltar al respeto” decimos “hablamos con respeto”.
  5. Establecer la norma en un momento de calma y explicarla en positivo. Evita establecer normas y límites tras un enfado o en un momento de cansancio para no trivializar con este tema.
  6. Comunicar la norma en un momento adecuado. Es importante que los niños estén receptivos y acepten las normas y los límites como algo positivo para ellos, nunca como un castigo.
  7. Explicar la norma de manera clara. Argumentar sin rodeos y con asertividad es muy útil para que los niños entiendan el sentido de la norma.
  8. Asegurarnos de que han entendido tanto la norma como las consecuencias positivas (cumplimiento) y negativas (incumplimiento). Para conseguirlo debemos mantenernos firmes, pero colaboradores, es decir, debemos encontrar el equilibrio animando al cumplimiento y vigilando el éxito aplicando las consecuencias positivas o el fracaso aplicando las negativas previamente establecidas.
  9. Revisarlas y evaluarlas. Las normas deben ser abiertas y estar en consonancia con el grado de maduración de los niños. Por eso, revisarlas y evaluarlas con frecuencia puede ser garantía de éxito.
  10. Dar un margen de tiempo. Evita rendirte antes de tiempo. Los niños necesitan tiempo para asumir las normas y cumplirlas. Si al principio les cuesta, dales nuevas oportunidades.

 

¿Qué hacer si una norma no se cumple?

En este caso, conviene analizar en primer lugar cuáles son las razones y, en segundo lugar, la frecuencia con la que sucede.

“El niño debe conocer de antemano qué es lo que ocurre cuando cumple y sigue las normas, y ahí siempre decimos que el mayor refuerzo o recompensa siempre es la atención de los padres y qué es lo que ocurre cuando no las está siguiendo”, explica la psicóloga Silvia Álava. Y añade, “lo que decimos siempre es que mejor que los castigos funcionan las consecuencias o las cosas que se ganan. Y ¿cómo te las vas a ganar? Siguiendo las normas y límites que ya se han quedado preestablecidas. En ningún momento, tú tienes derecho a coger la tablet cuando quieras, a ver la televisión, a jugar a esto…, sino que tú te lo vas a ganar cumpliendo estas normas y estos límites que ya han quedado preestablecidos. Y esto es muy importante porque la diferencia es mucha: así la llave la tienen ellos. De esta forma, tú lo tienes y si consigues enfadarme te lo quito, así el niño puede ver que con su comportamiento él decide”.

Esa es la clave: las normas deben plantearse como una oportunidad de aprendizaje para los niños. Desde su génesis, si las normas están razonadas y explicadas formarán parte de la convivencia en la familia y podrán trascender en sociedad. Nunca deben ser una amenaza, aunque sí deben pactarse las consecuencias negativas de su incumplimiento de antemano. Conviene recordar que las consecuencias deben ser proporcionales a la falta y adaptadas a la edad de los niños.

De manera que cuando se incumple una norma pasaremos a actuar en consecuencia bajo los criterios previamente establecidos y si el incumplimiento de las normas es repetitivo podremos optar por avisar y endurecer las consecuencias negativas o, por el contrario, encontrar consecuencias positivas más atractivas.

 

Hacer a los niños responsables con normas y límites

Educar en la responsabilidad es el reto de muchos padres que saben de su importancia en el futuro. Cada uno de nosotros somos y nos sentimos responsables cuando adquirimos la capacidad de interiorizar y tomar conciencia tanto de las obligaciones como de los compromisos, asumiendo las consecuencias (positivas y negativas) derivadas de nuestros actos.

Educar con normas y límites, “es una de las formas de hacer a los niños responsables, porque les exigimos lo que pueden hacer a cada edad, para lo que están preparados. Ahora lo que hacemos mucho es sobreproteger a los niños porque decimos ‘bueno ya le llevo yo la mochila…, deja que lo hago yo y tardo menos…’ y es uno de los mayores errores de los padres. Los niños se deben hacer responsables y debe estar presente la figura del error: no pasa nada porque los niños se equivoquen, analizamos el error, vemos lo que está mal y lo solucionamos para la próxima vez. Esto es fundamental hacerlo así, porque hay que desdramatizar el error”.

Conseguir el hito de tener hijos responsables es la mejor recompensa que podemos obtener como padres y educadores. Lo mejor es que está en nuestras manos porque para ello hace falta que creemos un adecuado ambiente familiar de apoyo y seguridad, para que los niños aumenten su autoestima y su autoconcepto, que conozcamos y pongamos en práctica las normas y límites familiares, y que les animemos a tomar decisiones en base a las consecuencias y para después tener habilidades de autocontrol. Gracias a esta gran inversión familiar y personal estaremos cimentando las bases de una maravillosa sociedad.

 

Errores frecuentes

  • Enfados y gritos. Párate y observa, no solo lo que hacen los niños, sino lo que haces tú, eso nos va a dar muchas pistas, porque a veces hay que cortar la situación antes. A veces, cuando ya gritamos y perdemos los nervios, es cuando llevamos ya un tiempo enganchados en una situación que a veces hay que cortarla antes y pararla antes de que nos desregulemos y empecemos a gritar. Porque si no el niño va a tener siempre más atención en negativo que en positivo.
  • Falta de coherencia. Los niños nos ganan por goleada en capacidad de observación. Saben muy bien que es lo que pueden hacer en cada una de las situaciones y debemos actuar igual en casa que en la calle, si en casa lo hacemos muy bien luego lo tenemos que trasladar a la calle.
  • Falta de acuerdo entre los padres. Los padres deben estar siempre los dos de acuerdo, en educación no funciona lo de poli bueno y poli malo. Los dos deben seguir las mismas líneas y la misma pauta educativa. Los niños intentan, para salirse con la suya, enfrentar a los padres y por eso es muy importante estar siempre de acuerdo, aunque luego tengamos diferentes formas de ejecutarlo porque cada uno tenemos nuestra personalidad.
  • No actuar en el momento. Uno de los grandes fallos que cometemos es no actuar en el momento, el cansancio nos lleva a no poner las cosas claras. A todos los dan 24 horas en el día, y hay que plantearse… ¿realmente la educación de mi hijo tiene que estar pospuesta hasta el fin de semana? Es muy importante trabajar para que los hijos tengan competencias emocionales, adquieran normas, limites, autocontrol… no puede ser que la educación de los niños sea relegada.
  • Advertir o castigar. Si las normas están muy claras, también están muy claras las consecuencias. El día que no está hecho, yo te lo puedo decir una vez, pero a la siguiente aplico consecuencias. No funciona la amenaza con castigar, de nuevo aparece la atención en negativo.

 

Tipos de normas y límites

Las normas y los límites tienen que reunir una serie de características para que sean efectivas en la educación de los niños:

  • Claras: las normas deben entenderse bien para poder ser cumplidas. De este modo, los niños saben de antemano qué se espera de ellos y qué consecuencias habrá si no se cumplen.
  • Pocas: ¡cuántas menos mejor! Así solo se establecerán las fundamentales y las importantes y los niños tendrán claro cuáles son las prioridades. Las normas fundamentales son las innegociables (por ejemplo, las asociadas a los valores como el respeto). Por otra parte, las importantes son las negociables (por ejemplo, una excepción a la hora de llegar a casa por una fiesta especial).
  • Realistas: para que se puedan cumplir deben estar ajustadas a la edad y al grado de maduración del niño y ser coherentes las unas con las otras.
  • Consecuentes: deben mantenerse con firmeza ante cualquier situación, evitando alteraciones debido al estado de ánimo o al cansancio, por ejemplo.
  • Abiertas: deben contemplar modificaciones o añadidos siempre que se negocien antes y así puedan integrarse en las normas generales.