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Cómo conseguir que sea ordenado Niño

Cómo conseguir que sea ordenado

Es común entre los niños de tres a seis años esta situación de despiste. En este periodo tu hijo está en pleno proceso de aprendizaje.

Muchas veces no es que no quiera hacer las cosas, sino que lo que ocurre es que no sabe cómo hacerlas, y de lo que se trata es de enseñarle. Por eso es fundamental entender que, como primer principio educativo, hay que armarse de paciencia, insistir una y otra vez en las mismas cosas y no pretender resultados inmediatos, sino saber esperar. Y además no hay que olvidar en esta tarea educativa que son muchas las variables que intervienen.

 

Los distintos órdenes

  • El orden en sus cosas: enséñale que hay un lugar para cada cosa, y cada cosa debe estar en su lugar. A veces puedes hacer que sea él mismo quién decida cómo va a ordenar su armario, por ejemplo, pero luego debe comprometerse a mantener lo que ha establecido.
  • El orden en su tiempo: la falta de organización es uno de los peores enemigos que puede tener un niño. Un modo de ayudarle es pactar con él un sencillo horario que deba respetar por las tardes al llegar del colegio, donde se establezcan períodos de descanso, tiempo para hacer los deberes y pequeñas tareas del hogar de las que deba responsabilizarse.
  • El orden de las ideas: a medida que va creciendo es importante que vaya adquiriendo una jerarquía en las ideas, y aprenda a distinguir aquello que es importante de lo que es secundario. Enséñale a pensar. Una idea que te resultará útil es la de preguntarle a él cuando te plantee algo. Por ejemplo, si te pide para ver la televisión un rato, pregúntale a él que es lo que cree que debería hacer, y luego razónale cuál es la actitud más acertada que debería tomar.

 

Ideas prácticas para ejercer el hábito del orden

  • Responsabilízale de una tarea casera que tenga que realizar todos los días. Así se acostumbrará a retener en su cabeza aquello de lo que está encargado y fomentarás su sentido de la responsabilidad.
  • Existen muchos juegos para que desarrollen su memoria y su concentración. Los rompecabezas, actividades de emparejar objetos, juegos de ordenar tamaños, colores o letras…
  • Recuérdale que enumere sus juguetes antes de llevárselos fuera de casa, invéntate canciones con la dirección y teléfono, pregúntale por la noche antes de que se duerma qué ha hecho durante el día.
  • Haz que se responsabilice de aquellas tareas que le son propias, como hacerse su cama, limpiar sus zapatos, limpiarse los dientes, mantener su ropa ordenada, etcétera.
  • Puedes poner un cartel, junto a su escritorio, con sus rutinas básicas. También los relojes con alarma pueden ser de gran utilidad, para programarlos y que le avisen cuando hay que finalizar el tiempo de estudio u otra determinada tarea.
  • Cuando tengas que pedirle algo, o mandarle alguna indicación, proponle las cosas de una en una. Si le das una lista larga de instrucciones ten por seguro que acabará olvidándose y en lugar de obedecerte seguirá en aquello que esté haciendo.
  • Haz que te repita aquella indicación que le has propuesto, así te aseguras que te ha entendido y a él le será más difícil olvidarlo.
  • El niño debe saber que sus acciones tienen consecuencias. Si ha dedicado mucha parte de su tiempo libre a un determinado juego, luego no debes permitirle que deje de cumplir con otras obligaciones.
  • No conviene tener todo el tiempo programado, también es bueno que tenga un tiempo libre para que haga lo que él quiera, en donde el niño debe ser creativo para entretenerse.
  • No le suplas en sus tareas, si no sabe hacerlas explícale y ofrécele las instrucciones necesarias, pero deja que sea él quién las lleve a cabo.

 

Lo que no debes hacer

  • Dar órdenes de modo inconstante. Por ejemplo, un día pedir que recoja sus juguetes y al día siguiente hacerlo nosotros. Esto le hará creer que no es algo de todos los días.
  • Valorar con premios todo lo que suponga esfuerzo. Si se hace, debe ser algo muy esporádico, ya que si es muy frecuente perderá su valor.
  • Chantajear a los hijos con expresiones que denoten mucho sacrificio y lamento, del tipo “¡Cuánto hago por ti!”, o “¡Qué trabajo me das!”. En lugar de producir empatía este tipo de expresiones provocan sentimientos de culpa.
  • La comparación con otros niños. Podría dar lugar a que tu hijo acabe odiando al niño que hace bien las cosas, y él se sienta un fracasado.