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Claves para establecer un apego seguro en los niños Niño

Claves para establecer un apego seguro en los niños

Los seres humanos nacemos con la tendencia innata de apegarnos a una persona protectora que nos cuida. Este vínculo, si tiene lugar de la forma adecuada, nos proporciona la seguridad que necesitamos para que nuestro cerebro se desarrolle correctamente los primeros años de vida y, para que, desde esta seguridad, podamos explorar el mundo físico y social, crecer y madurar como seres independientes. Así podríamos definir el apego, como un hilo invisible, pero imprescindible, que une a padres e hijos, que cimienta las bases sobre las que se construirá la persona y que determinará cómo se relacionará con los demás y consigo mismo en el futuro.

El apego seguro es la mejor garantía para que los niños tengan una infancia sana y una adultez serena. La gran estudiosa del apego, Mary Ainsworth, definió la seguridad del apego como un estado de ausencia de preocupación por la disponibilidad de una figura de apego.

Si un niño no puede desarrollar un apego seguro con sus figuras protectoras, los padres, porque estos no hayan sido sensibles a sus necesidades o no se haya sentido querido, puede aparecer un mecanismo defensivo por el cual el bebé se desconecta emocionalmente. En este caso aparecerá lo que se conoce como un trastorno del apego.

 

Apego seguro

El tipo de apego que tendrá una persona se consolida principalmente en los dos primeros años de vida y la acompañará en el futuro, influyendo en su personalidad y en sus comportamientos en la vida adulta. Existen, básicamente, dos tipos de apego: el seguro y el inseguro, pero dentro del inseguro hay diferencias y encontramos el apego evitativo, el apego ansioso ambivalente y el apego desorganizado.

Los niños con apego seguro son, por lo general, mucho más felices que el resto, crecen con una sana autoestima, se sienten queridos e integrados en la familia a través de la empatía, la disponibilidad y la sensibilidad que sus padres muestran hacia ellos. No son familias disruptivas. Los padres regulan las emociones propias y de sus hijos desde la aceptación incondicional y desde el afecto, que es una constante en la crianza. Estos niños se sienten dignos de ser amados, confían en sus cualidades y en su valía personal, tienen facilidad para comunicar y definir sus estados emocionales, ya que no hay miedo de hablar ni expresar emociones en el hogar, tienen la certeza de que el mundo es un lugar seguro y viven las experiencias como retos estimulantes y como un aprendizaje, a pesar de los inconvenientes que puedan presentarse por el camino. Toleran mejor la frustración, son niños menos agresivos, más maduros y son capaces de separarse de los padres sin grandes traumas y quedarse al cuidado de otros adultos, aunque prefieran estar con sus padres que con otras personas. Se pueden molestar cuando los padres se van, pero, al reencuentro, se ponen contentos y no les recriminan.

En la vida adulta este apego seguro se traduce en buenas relaciones con otros. Los adultos con un apego seguro son personas que confían en los demás, que cuentan con una buena autoestima y que se sienten bien al compartir emociones y sentimientos con la pareja y los amigos. Tienen sentimientos y opiniones más positivas sobre las relaciones románticas y son personas emocionalmente más estables, coherentes y optimistas. Además, poseen una buena empatía. Se podría decir que son aquellas personas que te encuentras en la vida que te hacen sentir bien, acogido y aceptado.

 

Apego inseguro

En los tipos de apego inseguro se crean lazos afectivos generadores de malestar como consecuencia de que los padres no son capaces de responder o entender las necesidades del menor. Pero estos padres no tienen por qué ser unos padres que desatiendan a sus hijos. En la mayoría de las ocasiones, los padres sí ejercen sus labores de crianza con empatía y preocupación, pero fracasan al entender las necesidades de su hijo y en las estrategias resolutivas de conflictos. En muchas ocasiones, porque estos padres también son personas con un tipo de apego inseguro. Estos padres parecen estar preocupados por las necesidades de sus hijos, pero cuando se someten sus conductas a un análisis psicológico, se descubre que sus motivaciones responden al egocentrismo. Suelen ser personas inmaduras, que arrastran carencias de la infancia, a quienes sus padres tampoco han satisfecho sus necesidades, por lo cual transmiten lo que han vivido, ya que no conocen otra forma de relación. Pero tener un apego inseguro no implica que estos padres no puedan lograr que sus hijos sí posean un apego seguro, simplemente tendrán que ser conscientes de su tipo de apego (algo que muchos desconocen) y de las estrategias necesarias para establecer un apego seguro en sus hijos.

Los niños con un apego inseguro viven sus relaciones con los demás y con el mundo con un grado de insatisfacción constante, bien porque se han sentido ignorados o porque los padres han adoptado pautas educativas inconsistentes, que dependen de sus estados de ánimo y de sus propias necesidades y que confunden al menor y no le proporcionan la seguridad que necesita para crecer adecuadamente. Estos niños aprenden que la interacción con el otro produce dolor, por lo que es habitual que desarrollen estrategias defensivas como el aislamiento, la retracción o la evitación. Una armadura que les desconecta emocionalmente en un intento de evitar el dolor que les aporta la interacción con otros. Este hecho provoca que estos niños se sientan incomprendidos, no se sientan dignos de ser amados, y tengan problemas de identidad, no saben quien son porque no han tenido referencias. Suelen tener sentimientos de soledad y son personas que tenderán a la tristeza y a la baja autoestima. Además, poseerán un elevado nivel de ansiedad provocado por la carga emocional negativa en sus relaciones con los demás. Como consecuencia, para ellos el mundo es poco confiable y predecible, nunca van a sentirse plenamente seguros, al igual que les sucedía en su infancia, y miran el mundo con desconfianza y desconcierto.

En la vida adulta serán personas con un bajo concepto de sí mismos, con tendencia a la inseguridad, les costará confiar en las personas y tendrán problemas en la interacción con la pareja. Suelen ser personas con dependencia emocional y con episodios de ansiedad que se activan cuando sus vínculos de apego adulto se sienten amenazados, por lo cual serán personas celosas y posesivas en sus relaciones, ya que temen perder el amor de los demás, en especial de su pareja. En este estilo de apego inseguro algunos huirán del malestar que les genera la relación con las personas y otros, para apaciguar sus profundos sentimientos de soledad, tenderán a establecer una dependencia emocional, pero sin lograr nunca una sensación de conexión profunda, que es propia del apego seguro. En el primer caso, hablaríamos del apego evitativo y derivaría en adultos con tendencia a evitar la intimidad o a fantasear con otras personas en el sexo, ya que tienen temor a forjar un vínculo, también son comunes las relaciones sexuales ocasionales. Estas personas tienen escasa capacidad para sentir y expresar emociones en las relaciones románticas o sociales y suelen ser personas frías que sufren poco cuando se terminan sus relaciones. Se sienten amenazadas al establecer vínculos profundos y tienen escasa capacidad para compartir sentimientos.

En el segundo caso, hablaríamos de apego ansioso ambivalente y se traduciría en la etapa adulta en personas altamente preocupadas por que los demás les quieran y acepten, les importa la opinión de los otros y sienten preocupación por el abandono, sobre todo de su pareja, algo que deriva en rupturas frecuentes, pues nunca se sienten realmente amados ni seguros, al igual que vivieron esa inseguridad en su infancia. Suelen ser personas con problemas para manifestar sus emociones, pueden vivir en una desconexión emocional y percibírseles como fríos o distantes, aunque en el fondo necesitan mucho amor y afecto. Tienden a sufrir mucho si sus relaciones acaban.

El tercer tipo de apego inseguro sería el desorganizado, que los psicólogos consideran el más grave y el más complicado de tratar en la época adulta. Aparece en niños traumatizados desde edades tempranas que viven constantemente el enfado, evitación y alejamiento de sus padres, quienes se preocupan más por ellos mismos que por el bebé. Estos niños no tienen un patrón claro de comportamiento y pueden cambiar desde un apego muy fuerte hasta la evitación de las relaciones con los progenitores. Protestan fuertemente, tienden a la hipervigilancia y necesitan permanecer cerca de las figuras de apego constantemente, pues no saben si la figura paterna estará disponible o si desaparecerá. Por el contrario, también pueden ser niños que no lloran ni dan muestras de disgusto ante la ausencia de la madre. Y a su regreso, evitan la proximidad con ella y ocultan sus sentimientos de malestar y de necesidad, ya que creen que no le van a ser satisfechos. Perciben a sus padres como atemorizantes e impredecibles, ya que les cuidan de una forma totalmente incoherente. Para estos niños el mundo es caótico y desorganizado y se defienden de él con comportamientos inconexos sin sentido. Son niños que pueden asumir un rol parental, actuando como cuidadores de los padres. No son capaces de regular sus emociones y de mantener relaciones sanas con los demás. Tienen dificultades para ver a los demás sin distorsiones significativas y este apego puede dar lugar a cuadros psicopatológicos en la vida adulta.

 

Claves para fomentar un apego seguro

  • Transmítele protección: desde recién nacido, atiende de forma rápida a sus necesidades, esto incluye cogerlo cuando llora, desterrar la dañina creencia de que por coger a los niños se malcrían, tenerlo en brazos todo el tiempo que sea necesario y hacer el contacto piel con piel. Los recién nacidos son inmaduros y dependen cien por cien de los padres. Se dice que cuanto más dependiente se es de bebé más independiente se es de adulto. La capacidad de respuesta de la madre a las necesidades del bebé durante el primer año de vida está íntimamente relacionada con el establecimiento de un apego seguro. No debemos pensar que porque es bebé no se entera de nada, pues sí lo percibe. Cuando sea un poco mayor acompáñale siempre cuando te lo pida.
  • Cubre sus necesidades emocionales: escúchale atentamente cuando te hable, aunque estés cansada y hazlo sin hacer otras cosas mientras, los niños perciben cuando son escuchados de verdad. Bájate a su altura al hablarle. Pon nombre a sus emociones cuando se sienta enfadado, triste, alegre, y ayúdale a identificarlas. Ten empatía para sentir lo que está experimentando, no quites importancia a sus sentimientos, aunque te parezcan cosas de críos o que no tienen importancia. Sé respetuoso con sus emociones. Muchos padres tienen miedo de las emociones negativas, permítele tener días malos y tenlos también tú. Si se enfada o si está triste son emociones legítimas. No le enseñes a reprimir emociones, ni positivas ni negativas, ya que no sabrá manejarlas en el futuro. Hacen mucho daño las frases del tipo: “No llores que ya eres mayor”, “Eso es una tontería, no te pongas así”.
  • Comunícate mucho con él: la comunicación es el pilar básico para el vínculo de apego seguro. Sin una buena comunicación verbal y no verbal, no podría existir el apego seguro. Es necesario hablar mucho con ellos y darles respuesta a sus preguntas, siempre en función de su edad.
  • Ten en cuenta sus opiniones: para validar a un hijo y que se sienta que lo que él piensa es importante y para tenga una buena autoestima en la etapa adulta es necesario escuchar sus opiniones y permitirle que tome algunas pequeñas decisiones del día a día. Esto no tiene nada que ver con hacer lo que los niños digan y con no establecer límites ni normas, sino con hacer que se sientan incondicionalmente respetados, válidos como seres humanos e integrados en la familia.
  • Acéptale incondicionalmente: esto es algo difícil para muchos padres que esperan que su hijo sea de una u otra forma y no como en realidad es. Es difícil cuando los padres esperan que sus hijos cumplan sus expectativas frustradas. También sucede cuando entre los progenitores existen desavenencias e, inconscientemente, estas se proyectan sobre el hijo que se parece al progenitor con el que se está enfrentado y no se le acepta. También puede pasar que muchos adultos que no se aceptan a ellos mismos difícilmente puedan aceptar a los demás, inclusive a sus hijos. Interésate por conocer a tu hijo y por sus características individuales que le hacen único. Esto constituye la base sobre la que se construirá su personalidad y en la medida que lo identifiquemos y aceptemos, podremos vincularnos mejor con el niño y le proporcionaremos seguridad en sí mismo.
  • Mírale: se ha comprobado que los padres que juegan más con sus hijos desarrollan un apego seguro. Pero igual de importante que dedicarles tiempo para que este sea de calidad. No debemos bajarle al parque y mientras él juega nosotros estar hablando con otros padres y no hacerle caso. El parque también es un lugar para educar y convivir con nuestro hijo y se pueden extraer muchos aprendizajes sobre la relación con los demás. El parque no un debe ser tratado como un aparcaniños. Los niños necesitan ser vistos, cuando dicen: “Mamá, mira lo que hago” quieren llamar poderosamente nuestra atención y que les observemos. Es totalmente legítimo y natural que quieran que su figura de apego les observe, les valide y que le de una respuesta sobre cómo lo están haciendo. Es fundamental que nuestros hijos se sientan vistos y que les dediquemos suficiente tiempo de calidad.
  • Sé predecible y coherente: esto resulta complicado para padres que tienen un carácter cambiante, que en unas ocasiones se muestran muy alegres y cercanos y en otras, fríos y distantes, según su humor de ese día. En estos casos será recomendable tratar primero psicológicamente el problema de estos adultos. El niño verá este carácter cambiante como algo totalmente incontrolable, y le creará muchísima inseguridad. Si tienes un mal día o un mal momento, puedes alejarte un momento de la situación y volver cuando estés más tranquilo. La anticipación, el mostrarnos predecibles y coherentes les ayudará mucho para establecer un apego seguro.
  • Fomenta su autonomía: no se lo des todo hecho, permítele que vaya adquiriendo habilidades poco a poco y no hagas cosas por él que él mismo es capaz de hacer, a veces les subestimamos. Ten en cuenta la premisa: siempre ayudar y vigilar, pero nunca sustituir. Felicítale por sus logros cuando consiga hacer algo solo para que adquiera confianza en sí mismo. Cuando sea un poco mayor, puedes darle pequeñas tareas en casa, se sentirá parte importante de la dinámica familiar y esto ayudará a su sana autoestima.
  • Ponle límites: los niños necesitan un guía, un adulto que les indique cómo deben desenvolverse por el mundo, qué comportamientos son aceptables y cuáles no. El establecimiento de límites es fundamental en la familia, siempre desde el afecto, la empatía y los buenos tratos. Poner límites a los niños es fundamental para su felicidad.
  • Creer en ellos: es importante confiar en que lo van a hacer bien en sus diferentes ámbitos en la vida, transmitirles nuestro apoyo y no desanimar sus capacidades.
  • Sé un padre maduro: ser hijo de unos padres emocionalmente inmaduros, inestables emocionalmente, irresponsables en sus tareas, que no da ejemplo, impulsivos, caprichosos o despectivos deja huellas profundas. Son muchos los niños que acaban asumiendo responsabilidades de adulto, incluso cuidando a sus hermanos menores, debido a la incompetencia de sus padres. Se creará, por ende, un vínculo frágil, descuidado y negligente que hace que los niños pierdan su infancia y arrasa su autoestima. Muchas parejas tienen hijos porque es lo que se espera. Tener hijos es una decisión importante.

Como conclusión, el apego seguro es el mejor regalo que podéis hacer a vuestros hijos y les acompañará durante toda su vida. Es posible que te hayas visto reflejado en algún momento. Ahora que ya conoces lo trascendental que es el apego y como condiciona el futuro de una persona, solo queda ponerse manos a la obra para crear un vínculo sano y adecuado con tus hijos. Aunque todo lo anterior pueda parecer difícil de llevar a cabo, es posible, confía en ti y en tu capacidad para lograrlo. Tienes la mejor herramienta para hacer un excelente trabajo: un profundo amor por tus hijos y el deseo de hacer las cosas bien. Por todo ello, mucho ánimo en la aventura de ser padres.

 

Rosalía Torres.