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Niño | 2 a 6 años | Torpeza motora

Torpeza motora Niño

Torpeza motora

Algunos niños no tienen las habilidades adecuadas a su edad y se muestran más torpes que el resto. Si necesitan apoyo profesional debe iniciarse entre los dos y los cuatro años, ya que es la etapa en la que se consiguen los mejores resultados.

En el desarrollo psicomotor influyen la genética y el ambiente, por lo que no es igual para todos ni hay una regla fija. Cada niño es diferente, algunos se ponen de pie sin llegar a gatear previamente mientras que otros no tienen la habilidad para practicar deportes.

Por eso, ante un niño que se tropieza, se cae a menudo y, en general, muestra una torpeza motora, no hay que alarmarse. Entre el cinco y el quince por ciento de la población infantil muestra este tipo de torpeza, la cual puede deberse a cuestiones que entran dentro de la normalidad o a alteraciones en ciertas funciones del sistema nervioso, que tienden a mejorar con el paso del tiempo, sin secuelas. Así, aunque nuestro hijo pueda ir un poco retrasado cronológicamente en un área específica del desarrollo, mientras que las restantes sean normales, lo más probable es que se recupere con la maduración del sistema nervioso.

En general, el pronóstico es bueno, pero hay que evaluar al niño porque, mientras más items madurativos estén atrasados, más posible será que haya alguna anormalidad en el desarrollo del sistema nervioso. Solo en algunas ocasiones será necesario recibir apoyo para mejorar la psicomotricidad, el área del lenguaje, la conducta, etcétera.

 

Causas y diagnóstico

Algunos de los niños que presentan un ligero retraso en la adquisición de los logros madurativos nacieron prematuros; otros sufrieron durante el periodo fetal o durante el parto y/o el periodo neonatal por diversas causas. Además, el antecedente de que sus padres también tuvieron dificultades motoras cuando eran pequeños es bastante frecuente.

El pediatra hará a los padres varias preguntas como pueden ser algunas correspondientes al nacimiento (si chupó bien al nacer, si lloró fuerte, si el test de Apgar fue normal…) o a la actualidad, en lo relativo a si le notan flojedad en los músculos o por el contrario hay rigidez, si se cansa mucho, si tiene calambres en las piernas sobre todo con el frío, etcétera. A partir de ahí, explorará el tono y la fuerza muscular, viendo si el pequeño es capaz de levantar las piernas o si puede soportar la presión de las manos. 

Una vez descartadas las enfermedades cerebrales graves, las neuromusculares, las afectaciones de los nervios periféricos, de médula, las alteraciones traumatológicas, etcétera, el diagnóstico podrá ser el de una torpeza motora que indica una disfunción del sistema nervioso central. Esto no significa que haya lesión, y tiene muy buen pronóstico. En poco tiempo, seguro que nuestro pequeño es igual de hábil que el resto de niños de su edad.

 

Pistas que delatan torpeza motora

  • Se golpea frecuentemente y se tropieza con todo y con todos.
  • Tiene escasa habilidad manual para manejar utensilios, para recortar con las tijeras, para reproducir movimientos tras mostrárselos… También le cuesta trabajo y tiempo vestirse, abotonarse, atarse los zapatos, etcétera.
  • Muestra dificultades de agarre, lo que hace que no pueda coger bien una pelota, por ejemplo.
  • Tiene dificultades para ciertas actividades como montar en triciclo o en bicicleta, jugar con los amigos al darle a la pelota con el pie (o al lanzarla o recogerla), saltar a la comba (por no tener ritmo), etcétera.
  • Al dibujar o escribir puede costarle respetar el renglón o los márgenes y su trazo es torpe.
  • No sabe silbar o guiñar un ojo.

No todos los niños presentan los mismos síntomas, ni la misma intensidad. En unos se afecta preferentemente la motricidad gruesa, en otros predomina la alteración del equilibrio, en otros la coordinación, el uso de las manos, etcétera. Todo ello dependerá de las funciones que estén alteradas.

 

¿Cómo ayudarle?

Los problemas motores pueden llegar a producir el rechazo de los compañeros, el aislamiento del niño, que puede llegar a presentar una baja autoestima, baja tolerancia a las frustraciones, inseguridad e, incluso, en los casos más graves, puede llevar a la inhibición para la adquisición de los conocimientos que conlleva el proceso de aprendizaje.

Por eso es muy importante ayudarle a evolucionar. Para ello, lo ideal sería contactar con un experto en motricidad que se ocupará de educar el movimiento. Pero está en nuestras manos realizar algunos ejercicios que mejoren ciertos aspectos de la motricidad gruesa y la fina:

  • Cuando tiene entre tres y cuatro años podemos enseñarle a bajar escaleras controlando que ponga un pie en cada peldaño.
  • Enseñarle a andar con un pie delante de otro siguiendo una línea.
  • Enseñarle a saltar sobre los dos pies desde una altura y luego sobre uno solo.
  • Andar sobre los talones.
  • Jugar con él a abrir y cerrar cerraduras.
  • Enseñarle a coger las tijeras y después cortar flecos de papel.
  • Hacer puentes con cubos.
  • Copiar figuras y luego colorearlas.
  • Pintarse la cara.