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El bilingüismo, lo más in en educación

La última moda educativa es pretender que nuestros hijos sean bilingües. Un objetivo factible, pero que requiere empezar pronto y elegir el método (y el colegio) más adecuados.

Hasta los seis meses, los bebés son capaces de discriminar gran cantidad de fonemas, incluidos los que no pertenecen a su lengua materna. Es más: aunque no lo entiendan, se dan cuenta de que les están hablando en un idioma distinto al habitual por la expresión facial de quien les habla.

Sin embargo, esa capacidad se va perdiendo progresivamente y, hacia los ocho meses, se produce una reorganización acústica: se refuerzan los sonidos de la lengua materna (de ahí que bebés de esa edad de diferentes nacionalidades reaccionen de forma distinta al mismo sonido) y los fonemas extranjeros pierden fuerza si no están expuestos a ellos.

Alrededor del año los niños comienzan a decir sus primeras palabras; entre los 18 y 30 meses son capaces de formular oraciones simples y a partir de los tres años elaboran discursos más complejos. Hacia los cinco, el niño ya ha adquirido las principales estructuras gramaticales de su idioma materno.

El proceso se va completando progresivamente, gracias, sobre todo, a la escuela, hasta llegar a la adolescencia, aunque seguimos aprendiendo lengua (sobre todo vocabulario) durante toda la vida.

 

Lengua materna

Para unos, la lengua materna o nativa es aquella que se aprende de los padres durante la infancia, generalmente antes de los tres años; para otros, es aquella de la que se hace uso principal o que predomina en la vida de un individuo, aunque su adquisición no se haya producido en primer lugar.

El concepto de bilingüismo también es muy amplío: para algunos, con sentido más estricto, supone el dominio pleno y simultáneo de dos lenguas, mientras que para otros significa el conocimiento de una segunda lengua, en el grado que sea.

Según los expertos no existe el bilingüismo perfecto, una de las dos lenguas predomina siempre sobre la otra, aunque las diferencias sean casi imperceptibles incluso para el propio individuo.

 

Beneficios del bilinguismo

  • El conocimiento de otros idiomas trae raíces, valores y cultura a los niños, pero, también, más oportunidades de estudio y en el futuro, de trabajo.
  • El bilingüismo es bueno para el cerebro, porque le obliga a trabajar más. Diversos estudios demuestran que el niño que habla dos idiomas desde pequeño desarrolla más rápido ciertas destrezas, como la atención selectiva, una habilidad para concentrarse en detalles importantes y no hacer caso a la información confusa o que distrae.
  • Los niños bilingües son también mejores resolviendo tareas que presentan un conflicto porque son más flexibles, han aprendido que una misma cosa, como una mesa, se puede decir de varias formas, e inhiben las respuestas automáticas. 
  • Una última ventaja nada despreciable: si ya sabe más de un idioma, le resultará mucho más sencillo aprender otros.

 

¿Cuándo empezar?

Según reza la regla de oro, cuanto antes, mejor. Varios estudios neurológicos realizados mediante resonancias magnéticas indican que si aprendemos dos lenguas o más de pequeños, el cerebro las trata como una sola y estas se localizan en la misma área. Mientras que si las aprendemos más tarde, nuestro cerebro las procesa y almacena en diferentes lugares, lo que a priori implica un mayor esfuerzo.

En todo caso, la práctica confirma que los niños son como esponjas: mayor predisposición, mayor poder de asimilación, mayor desinhibición, mayor facilidad, en suma, para dominar una segunda lengua, porque la interiorizan y dominan mucha más rápidamente que los adultos, sobre todo si se les motiva e inculca desde muy pequeños. Aunque la capacidad de adquisición de una segunda lengua no es igual en todas las personas y un adulto es igual de  capaz, si se lo propone, de convertirse en bilingüe.

 

¿Cómo lo hago?

Que un niño llegue a ser bilingüe, depende, principalmente, de tres factores: el entorno familiar, el entorno social y el sistema educativo. Todos tienen su peso y su importancia en el proceso. Lo mejor, olvidarse de las prisas y las obligaciones.

Es recomendable la introducción simultánea: se introducen dos lenguas al mismo tiempo. Solo es posible en el caso de que los progenitores o alguien del entorno muy próximo hable correctamente otro idioma. Los expertos recomiendan seguir el método OPOL (de la expresión inglesa one parent, one language; un padre, una lengua), para que el niño asocie siempre un idioma con un progenitor y no los mezcle.

 

Técnicas para estimular desde casa

  • Saber qué queremos conseguir exactamente y para qué: que el niño sea perfectamente bilingüe o que simplemente se sepa defender en otro idioma.
  • Ser realista con respecto a los medios con que contamos para conseguirlo y las capacidades de nuestro retoño.
  • Darle importancia al estudio y al conocimiento de las lenguas, pero sin obsesionarse ni pretender imposibles que terminen en rechazo. Colocar a un bebé delante de la tele con un vídeo en otro idioma no sirve para nada.
  • Si la lengua materna no se estudia en clase, la familia debe enseñarla en casa.
  • Realizar con él actividades lúdicas en otros idiomas: jugar, cantar, ver dibujos o una película, leer cuentos… siempre en función de la edad del niño. Que el pequeño asocie el idioma extranjero a momentos divertidos.
  • Procurar, en la medida de lo posible, que se familiarice con otro idioma en una situación normal, y con un nativo: puede ser una canguro extranjera, un compañero de juegos, un familiar cercano o un amigo de la familia.
  • Si decidimos reforzar el aprendizaje de idiomas con clases particulares, interesarnos por la metodología que emplean, el número de alumnos por clase, si los profesores son nativos, etcétera.
  • Los campamentos de idiomas y las estancias en el extranjero pueden también ser muy útiles. Pero hay que elegir bien los programas para que de verdad resulten eficaces.