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El pollo Alimentación

El pollo

Con una media aproximada del 20 por ciento de proteínas, el pollo se sitúa en el mismo nivel proteico que la mayoría de las carnes e, incluso, las supera.

La cantidad de proteína oscila entre el 21,5 por ciento de la pechuga y el 19,5 por ciento del muslo. Así, con menos de medio pollo un hombre adulto sobrepasaría la cantidad total de proteína diaria que necesita, aún en el supuesto de que no consumiera ningún otro alimento rico en proteína. Por eso, el pollo es un alimento idóneo para el crecimiento de los niños.

 

 

Poca grasa

El pollo tiene un contenido de grasa que oscila entre el tres y el cuatro por ciento según la pieza, lo cual lo convierte en una de las carnes menos grasas que podemos consumir. Este contenido puede disminuir aún más retirando la piel, pues es en este tejido donde el ave concentra la mayor cantidad de lípidos. Así, la carne sin piel de esta ave se convierte en un alimento rico en proteínas y prácticamente sin grasa.

Por otra parte, la grasa del pollo también difiere en su composición de la de muchas otras carnes, ya que tiene una reducida cantidad de grasa saturada y un porcentaje destacado de grasa monoinsaturada y poliinsaturada, más saludables estas últimas desde el punto de vista cardiovascular.

 

Moderado aporte calórico

Cien gramos de muslo aportan solo unas 110 kilocalorías, cifra que se eleva solamente a 120 kilocalorías en la pechuga. Si comparamos con las 255 kilocalorías contenidas en 100 gramos de lomo de añojo o con las 250 de los 100 gramos de las chuletas de cordero, nos daremos cuenta de que el pollo es ideal para moderar calóricamente nuestra alimentación.

 

Fuente de vitaminas y minerales

No es muy común que el consumidor considere los productos cárnicos y avícolas como fuente de vitaminas y, sin embargo, lo son. La carne de pollo aporta vitaminas del grupo B como son la tiamina (B1), la riboflavina (B2), la piridoxina (B6), la niacína y el ácido fólico. Todas estas sustancias son necesarias para el correcto funcionamiento del metabolismo energético y para la utilización de los hidratos de carbono, las grasas y las proteínas.

Los minerales tampoco están ausentes de su composición, pudiendo encontrar cantidades apreciables de fósforo, potasio, magnesio, hierro, zinc y selenio.

 

Recomendaciones

Debemos colocar al pollo en nuestra alimentación semanal en un papel equivalente al de la carne y el pescado, siendo lo ideal alternar estos tres alimentos. Semanalmente, no hay inconveniente en ingerir dos o tres veces carne de ave. El tipo de cocinado y preparación culinaria influirá en el aporte graso y energético; siendo dietéticamente ideal la preparación a la plancha, a la brasa, asado en su propio jugo, guisado con salsas ligeras basándose en zumos de fruta o de verduras.

No debemos de olvidar que el pollo es un alimento muy perecedero y que tendremos que manipularlo con cuidado. Nunca debemos mantenerlo a temperatura ambiente, siendo imprescindible refrigerarlo (a 3-5 ºC) inmediatamente tras su compra. Asimismo, habrá que lavar con agua caliente y jabón el cuchillo y el lugar donde lo vamos a preparar antes de volver a usar estos utensilios. Es una sencilla norma de higiene para impedir la contaminación de los alimentos que manipulamos en la cocina por bacterias que pueden estar presentes, sobre todo, en la piel del ave, como por ejemplo la salmonela.