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Niño | 2 a 6 años | Cómo evitar que pegue

Cómo evitar que pegue Niño

Cómo evitar que pegue

La agresividad de un niño está relacionada con su temperamento, su necesidad de acaparar atención, su tolerancia a la frustración, la actuación de los adultos que le rodean y su todavía falta de recursos alternativos en muchos casos.

Cuando con el paso del tiempo las conductas agresivas no solo no remiten, sino que se van instaurando y haciendo habituales, se puede hablar de un problema en el que intervenir. Y sobre todo, cuando acaparan el repertorio de conductas de respuestas en la interacción con sus papás o con sus compañeros de escuela infantil.

A los dos años, las rabietas que experimentan por su frustración o por conseguir la atención del entorno pueden ir cargadas de agresividad manifiesta. Entre los tres y los cinco años, las oportunidades de manifestarse de manera agresiva son todavía mayores, ya que en el proceso de socialización se enfrentan a la competencia, al grupo, a su individualidad, pero frente a la de otros; la falta de recursos alternativos y los resultados de sus comportamientos dirigirán las tasas de respuestas futuras de la respuesta agresiva.

 

Errores más frecuentes

  • No es adecuado responderles de forma agresiva, pues desaprovecharíamos el aprendizaje por modelos que experimentan los pequeños.
  • Evita usar o fomentar conductas de violencia; ante determinados juegos o imágenes de televisión, ser muy claros en su condena.
  • No hay que decirles que son malos o cosas por el estilo, pues podrían interiorizarlo e identificarse con esta etiqueta tan negativa. Hay que centrarse únicamente en las conductas.
  • No pueden conseguir ningún tipo de protagonismo gracias a sus conductas agresivas.
  • Cuando estén agrediendo físicamente no se les razonará hasta que estén tranquilos. Solamente se les apartará.

 

Técnicas para el manejo de la agresividad

  • Observar y registrar las conductas agresivas concretas que aparezcan; cuándo y dónde aparecen, su frecuencia y qué hacen las personas de alrededor.
  • Establecer consecuencias. Retirarle de la situación, privarle de poder seguir dedicándose a la actividad positiva que estuviera haciendo.
  • Tiempo fuera. Sobre todo con los más pequeños, es eficaz aislarlos tras una conducta agresiva y privarles de todo tipo de atención durante unos minutos. Han de aprender que a través de este tipo de conductas no consiguen nada, ni la interacción con los demás.
  • Refuerzo positivo. Estar muy pendientes de las conductas adecuadas que llevan a cabo y hacérselo saber mediante el aumento de atención con comentarios del tipo de: “¡Qué bien te estás portando!” “¡Esto que has hecho está fenomenal!” y cualquier otro tipo de recurso que pueda incidir en que se sienta muy bien.