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Bebé | 0 - 9 meses | La dermatitis atópica

La dermatitis atópica Bebé

La dermatitis atópica

Es el motivo de consulta más común al dermatólogo pediátrico y su frecuencia en la población infantil española no ha dejado de aumentar en los últimos años.

La dermatitis atópica es un conjunto de lesiones cutáneas que aparecen en niños con una constitución o base genética peculiar, que se conoce como atopia.

La atopia es hereditaria y aunque no se conocen con certeza todos los detalles de su transmisión, parece que están implicados varios genes. Además de la dermatitis atópica, la misma base genética predispone a padecer otras enfermedades, en su mayoría relacionadas con respuestas inmunológicas de hipersensibilidad como la rinitis atópica (rinitis primaveral, fiebre del heno), la conjuntivitis atópica, el asma, la alergia a medicamentos o la alergia a alimentos.

El progresivo aumento de la frecuencia de la dermatitis atópica en una misma población ha puesto en evidencia que, además de la base genética, deben existir circunstancias del medio ambiente en que se desarrolla el niño que favorezcan su aparición.

 

¿Cuándo aparece?

La forma de presentación de la dermatitis atópica más frecuente es la llamada del lactante, que suele comenzar hacia el quinto mes de vida y que puede durar hasta los dos años. Aparte de que puede empezar antes, muchos niños atópicos tienen lesiones previas de tipo dermatitis seborreica.

La forma infantil puede ser una continuación de la del lactante o la primera manifestación de la enfermedad. Suele observarse a partir de los dos años y remitir entre los cinco años y la pubertad.

 

¿Cuáles son sus síntomas?

El picor y la piel seca, debido a un trastorno de la composición de las sustancias grasas de la epidermis. Aaprecen lesiones eccematosas y su localización varía según la edad.

En el lactante predominan en la cara y el dorso de las manos. En niños mayores en las flexuras (sobre todo de codos y rodillas) y en los adultos en las muñecas, los tobillos, la nuca, la región anogenital, etcétera.

Existen otras manifestaciones que en muchas ocasiones se denominan atípicas, pese a que algunas de ellas son muy frecuentes, como la pitiriasis alba (manchas blanquecinas). Existen casos extremos, de excepcional gravedad, en los que llega a afectarse toda o casi toda la superficie corporal (eritrodermia atópica).

Los pacientes atópicos tienen predisposición a sufrir algunas infecciones víricas (molluscum contagioso, herpes simple) y a la sobreinfección bacteriana.

 

¿Cómo se diagnostica?

La dermatitis atópica se diagnostica por los hallazgos clínicos, motivo por el que la experiencia del médico es esencial para garantizar un nivel de seguridad adecuado.

No existen pruebas de laboratorio específicas para diagnosticarla. Las pruebas alérgicas no tienen ningún valor para el diagnóstico de la dermatitis atópica. El hecho de que exista algún tipo de sensibilización no confirma el diagnóstico ni tampoco lo excluye. 

 

¿Cuál es el tratamiento?

La base del tratamiento es el empleo de emolientes (productos hidratantes) en las zonas de piel seca y la aplicación de corticoides tópicos o inhibidores tópicos de la calcineurina en las lesiones activas. Los inhibidores tópicos de la calcineurina pueden utilizarse en niños mayores de dos años e incluyen el pimecrolimus, que puede utilizarse en los momentos iniciales para evitar el desarrollo de brotes agudos y el tacrolimus, eficaz en casos resistentes a corticoides tópicos y que en algunos pacientes evita la necesidad de emplear medicación oral.

Determinados antihistamínicos y otras medicaciones con acción sobre el sistema nervioso central pueden ser útiles para controlar el prurito. En casos graves puede ser necesario recurrir a tratamiento con corticoides o inmunosupresores por vía sistémica o al uso de fototerapia (esta última en mayores de 13 años).

Pese a que el tratamiento de la dermatitis atópica es sencillo, eficaz y seguro en la inmensa mayoría de los casos, por desgracia, es demasiado frecuente ver niños con complicaciones graves, trastornos psicológicos o que han sufrido innecesariamente por deseos bienintencionados, pero injustificables, de buscar un tratamiento definitivo (que no existe) o temores irracionales a una medicación perfectamente indicada. Ello les hace caer a menudo en terapias que, además de ineficaces, muchas veces tienen mayores riesgos y costes económicos.

 

Consejos de cuidado

  • Evita el exceso de calor, especialmente las fuentes de calor por aire (calefacciones de coches…).
  • Sus duchas (nunca baños) deben ser cortas y con agua no demasiado caliente, evitando detergentes.
  • Evita el contacto de su piel con lana, plásticos, fibras sintéticas y otros tejidos con capacidad irritante.
  • Recorta sus uñas para minimizar las lesiones por el rascado.
  • Evita en lo posible el contacto de su piel con sustancias irritantes, incluyendo saliva, orina, heces, agua, detergentes…
  • Es bueno que tome el sol, pero recuerda tomar las medidas de protección solar oportunas.
  • Evita que tenga contacto con alimentos ácidos (naranja, limón, pomelo, tomate), ya que pueden irritar la piel si contactan con ella. Los alimentos ricos en histamina (como las fresas) en grandes cantidades pueden aumentar el picor. También pueden tener este efecto el cacao y las colas.