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10 pautas anti-palabrotas

Aunque nos desesperen, forman parte de la evolución natural de niño, pero hay que vigilar que no se hagan demasiado frecuentes en su vocabulario.

Las palabras malsonantes y los insultos aparecen dentro del proceso evolutivo del niño, forman parte de su forma natural de aprender. Si las pronuncian en ciertos momentos aislados, no ocurre nada, pero cuando llegan a ser un elemento habitual en su vocabulario estaremos ante un problema, al que hay que dar una solución adecuada.

Alrededor de los tres años percibe que existen determinadas palabras que se expresan con especial énfasis y provocan reacciones en los oyentes, son las palabrotas, y llaman tanto su atención que las incorpora con fuerza en su repertorio.

 

Objetivo: ser el centro de atención

Cuando son pequeños, los niños no imaginan el significado de las palabrotas y expresiones vulgares que pronuncian los demás. Sin embargo, comprueban que cuando las dicen siempre pasa algo y ellos se convierten de alguna manera en protagonistas de la situación. Saben que algunos mayores se pondrán colorados, que otros se echarán a reír, que otros se enfadarán mucho…

Las palabrotas quedan en el lado de lo prohibido y para los niños son algo divertido y con un poderoso efecto. Poco a poco, cuando comienzan el autocontrol emocional, las pronuncian más bajito y después suelen hacer comentarios del tipo “¡Eso no se dice!, ¿a qué no?”

 

Cuidar nuestro lenguaje

Los niños repiten lo que oyen en su entorno: a sus compañeros de juego, a los adultos, en la tele… Nuestro vocabulario es muy rico y seguramente no necesitamos decir palabras “feas” para expresar una intención o sensación que estemos viviendo.

En ocasiones puede que el niño use las palabrotas para imitar a los adultos y demostrar que ya es mayor, o que a través de ellas intente saltarse los límites y llamar la atención. Puede usarlas igualmente para manifestar enfado, divertirse o simplemente por curiosidad. En el fondo del uso de las palabrotas también encontramos una forma del niño de expresar sus emociones, ya que los pequeños todavía carecen de recursos para manifestar, por ejemplo, emociones como la rabia o la frustración. Una palabrota reúne las condiciones necesarias para ser un buen vehículo de todos estos sentimientos negativos que el niño no sabe bien cómo expresar de otra manera.

En todo caso, siempre en aconsejable conocer qué persigue nuestro hijo cuando dice las palabrotas, para poder encontrar la forma más oportuna de llegar a evitarlas.

 

Naturalidad ante todo

Como pauta aconsejable de actuación, consideraremos esta conducta como cualquier otra, le daremos la importancia adecuada, sin exagerar ni dramatizar. En los primeros momentos es eficaz actuar con naturalidad. Si no nos escandalizamos ni nos reímos, seguramente la palabra pasará desapercibida y no se consolidará en el repertorio del niño. Y como premisa, no olvidemos buscar las posibles causas del comportamiento del niño, de modo que si descubrimos que busca nuestra atención, intentemos compartir nuestro tiempo con él en diversas actividades; si quiere que se le tome en cuenta, tal vez podremos escucharle y valorar más sus opiniones…

Sin embargo, si en el vocabulario del pequeño las palabrotas aparecen continuamente, será conveniente preguntar en el colegio y en otros ambientes para averiguar si esto sucede solamente en casa o también fuera.

Si son muy reiterativos con algunas palabras, sería interesante pararse y reflexionar con ellos, preguntarles qué es lo que realmente quieren trasmitir y conseguir saber por qué las dicen, hasta hacerles llegar a la conclusión de que en realidad son tonterías que no tienen sentido.

 

10 pautas anti-palabrotas

  1. Enséñale un lenguaje apropiado para cada momento.
  2. Dótale de un vocabulario amplio, carente de palabras malsonantes. Esto le ayudará a expresarse con fluidez, siendo capaz de cambiar la palabrota por otro vocablo sin tener que pararse a pensar más.
  3. Evita que las palabras malsonantes se conviertan en un hábito (primero las dirá porque le hacen gracia, después para manifestar algo que le desagrada y por último las pronunciará como rutina).
  4. Actúa con naturalidad en las primeras ocasiones. Reírle la gracia o reaccionar con enfado fomentará su uso.
  5. Averigua por qué dice palabrotas, entiende sus motivos y anticípate a los hechos.
  6. No pierdas los nervios. Si no estás seguro de reaccionar con calma, hablad del tema después.
  7. Se firme en la desaprobación de las palabras malsonantes. Haz reflexionar al niño sobre las consecuencias de sus actos en los demás, y deja claro cómo quieres que se comporte. Si tras múltiples intentos no se consigue que el niño modere su lenguaje, será necesario trazar límites y penalizar su conducta, recortando algún privilegio.
  8. Ten paciencia y perseverancia. Las conductas inapropiadas tardan tiempo en instaurarse, por lo que no desaparecerán de la noche a la mañana.
  9. Da ejemplo. Si no quieres que tu hijo diga palabrotas, no las digas tu.
  10. Explícale claramente que estas palabras ofenden, molestan, que no son respetuosas y que también él se sentiría molesto si se las dijeran.