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Bebé | 0 - 9 meses | Regurgitaciones en el bebé

Regurgitaciones en el bebé Bebé

Regurgitaciones en el bebé

Cualquier padre o cuidador sabe que si jugamos o aupamos a un lactante nada más comer, es muy probable que acabemos manchados de leche. La regurgitación es un fenómeno normal del que no debemos preocuparnos a no ser que se presenten otros síntomas acompañantes.

Un niño tiene reflujo gastroesofágico cuando expulsa fácilmente y sin esfuerzo, contenido gástrico por la boca. Suele aparecer después de las tomas, pero a veces ocurre incluso hasta un poco antes de la toma siguiente. Estas regurgitaciones o reflujo lo presentan la mitad de los bebés normales, en mayor o menor grado y se resuelve casi siempre espontáneamente y sin necesidad de tratamiento.

Pero, cuando estos reflujos son muy frecuentes o muy intensos, se lesiona la mucosa esofágica por el ácido procedente del estomago y aparecen síntomas más graves que obligan al tratamiento del proceso, el niño presenta una enfermedad por reflujo gastroesofágico.

 

¿Por qué aparece el reflujo?

La regurgitación o reflujo aparece porque la válvula que abre y cierra la entrada al estomago, conocida como esfínter esofágico inferior, es muy joven e inmadura, se abre fácilmente e incluso tiene aperturas o relajaciones espontáneas, permitiendo que el contenido gástrico pase, sin esfuerzo alguno, desde el estomago al esófago y desde aquí a la faringe y la boca.

Estas regurgitaciones o episodios de reflujo gastroesofágico se conocen como reflujo gastroesofágico fisiológico o esporádico, es muy común en los bebés, ya que lo padecen casi el 20 por ciento de los niños.

Con el paso del tiempo, y a medida que el niño crece, esta válvula o esfínter esofágico inferior va madurando, aumentando su presión, presentando menos aberturas espontáneas e impidiendo con ello que haya regurgitaciones. A los seis meses la mayoría de los niños con reflujo dejan de expulsar leche por su boca y a los 18 meses casi todos los niños han dejado de tener síntomas.

 

Síntomas preocupantes

El síntoma más frecuente del reflujo gastroesofágico es la regurgitación del contenido gástrico, y tiene un rango muy variable: desde el simple manchado ocasional de las comisuras bucales con leche, hasta frecuentes vómitos en proyectil. La presencia de vómitos no se considera una complicación y sin otros síntomas asociados se considera también reflujo fisiológico, siempre que los niños lleven una adecuada ganancia de peso y talla.

Pero si, además de regurgitar o vomitar con frecuencia y tener náuseas, el niño no gana peso o la curva de ganancia es mala, puede padecer enfermedad por reflujo gastroesofágico. Aparecen entonces otros síntomas, consecuencia de los vómitos repetidos, entre ellos la anemia, el sangrado digestivo, dificultad para tragar, rechazo de las tomas, cólicos, llanto e irritabilidad. El bebé ingiere poca cantidad de alimento o pierde nutrientes por los vómitos repetidos, con lo que deja de ganar peso o incluso lo pierde.

 

Aprende a distinguirlos

Cuando el bebé expulsa la leche sin ningún esfuerzo, hablamos de regurgitación. Si, en cambio, le cuesta y tiene arcadas, se trata de vómitos.