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Jugar en igualdad Niño

Jugar en igualdad

A ellos les gustan más los coches y, a ellas, las cocinitas. ¿O están reproduciendo lo que ven en casa y en la tele? Jugando también se acaba con los estereotipos, así que dales ejemplo y ¡evita los juegos sexistas en su lista de Reyes!

¿Un niño jugando a las muñecas? ¿Un varón que cambia pañales, da biberones y acuna con mimo a su bebé? En la teoría no es solo posible, sino deseable, porque así se entrena para su futuro papel de padrazo. ¿O acaso los papás de hoy no hacen todas esas cosas?

El coche o las muñecas no son en sí mismos juguetes sexistas, el sexista sería el adulto que decide darle la muñeca a la niña y prohibírselo al niño. La muñeca en sí es un juguete maravilloso, que no tiene nada de sexista y que es tan necesaria y útil tanto para los niños como para las niñas.

 

El juego en función del sexo

Ambos sexos juegan con muñecos, aunque los niños lo hacen con muñecos fantásticos, dragones y héroes, mientras que las niñas lo hacen con muñecos bebé y muñecas maniquí.

Las niñas juegan a juegos más tranquilos, en grupos pequeños y con un mayor componente verbal que los niños, porque a través de sus muñecas representan e imitan su realidad más cercana y cotidiana. Los niños, sin embargo, juegan en grupos muy amplios y con mucha actividad. La explicación no es otra que los padres tienden a vigilar más el juego de las niñas, tienden a protegerlas, mientras que a los niños se les da mayor margen para inspeccionar el ambiente y explorar el terreno.

Por último, las niñas, con el juego, desarrollan su capacidad afectiva mientras que los niños aprenden las relaciones de poder. Las niñas cuidan a sus muñecas como a hijos, les cambian, les dan de comer, las duermen y juegan a ser como su madre o la enfermera. Los niños se divierten con juegos que desarrollan la capacidad motora en los que hay ganadores y perdedores, por lo cual el reto, los logros y el poder son las normas que rigen el juego.

 

Incentivar, no censurar

Nacemos con un sexo, pero aprendemos a ser un niño o una niña. De hecho, hasta más o menos los cuatro años, niños y niñas juegan con los mismos juguetes, pero a partir de esa edad entran en escena los estereotipos, que primero se reproducen en la familia, pero que también se encarga de recordarnos nuestro entorno.

Si el niño ve a su papá cocinar, que le va a buscar al cole, que juega con él, es normal que quiera reproducir esos comportamientos, y tiene que existir una buena recepción por parte de los adultos, pero esa buena recepción todavía no existe socialmente. Si vemos a una niña jugar a fútbol o con coches, nos parece bien, pero cuando vemos a un niño jugar con muñecas, nos ponemos nerviosos y no nos gusta tanto. Porque cuesta mucho cambiar hábitos y costumbres y superar miedos atávicos, por otra parte muy normales.

Pero, ¿y si a nuestra hija solo le gustan las princesas y nuestro hijo es un fervoroso apasionado de las espadas? ¿Accedemos a sus deseos? ¿No estaremos incurriendo en un grave pecado de sexismo? Por supuesto que no, no pasa nada. No debemos angustiarnos. Los juguetes responden a una necesidad de crecimiento interno de los pequeños y les ayudan a ir superando las distintas etapas por las que atraviesan. Lo que nunca se debe hacer es imponer o censurar un juguete en función del sexo de nuestro hijo. Es decir, desterrar como único criterio de selección que se trate de un niño o una niña, y tener más en cuenta su edad y su personalidad. No hace falta mucha cantidad, pero sí una buena variedad. Y como siempre, los padres deben ser los primeros en dar ejemplo.