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Adiós al mito del hijo único Niño

Adiós al mito del hijo único

No tener hermanos no supone ni una ventaja ni un inconveniente; todo depende de la educación, de los valores y de las actitudes que los padres inculquen en estos niños.

Son muchos los tópicos y estereotipos que persiguen a los niños que crecen sin la compañía de hermanos, pero ser hijo único no es sinónimo, irremediablemente, de convertirse en un chico con debilidades emocionales o sociales. Los expertos coinciden en que tener una infancia en solitario marca e imprime un determinado carácter, pero está en manos de los padres y en la educación que concedan contrarrestar las posibles deficiencias de la soledad infantil y exprimir al máximo los aspectos positivos de la situación.

Una tendencia en auge

Los hijos únicos han dejado de ser una rareza social para convertirse en una tendencia en auge. Existen diversos factores que marcan el devenir de la paternidad, casi todos ellos condicionados por el ritmo de vida actual y las elevadas exigencias profesionales. La conciliación familiar está en boca de todos, pero para la mayoría de padres resulta ciencia ficción. Además, la maternidad cada vez es más tardía y, por tanto, las opciones de incrementar la familia se reducen, sin olvidar que los divorcios se producen con más frecuencia, lo que interrumpe los proyectos de ampliar la descendencia.

 

Los errores más comunes

Debemos evitar ciertos errores si tenemos un hijo único. Toma nota de los más comunes, para intentar no cometerlos.

  • La sobreprotección. El exceso de mimo es contraproducente para el menor, ya que puede convertirle en una persona demasiado dependiente e insegura que, con frecuencia, encuentra el mundo externo hostil. Un menor sobreprotegido puede no desplegar habilidades necesarias como la autonomía, lo que le impediría medir sus propios límites o tomar decisiones por sí mismo. No se trata de que los padres se desentiendan de lo que hace su hijo, sino de que se conciencien para intentar que este sea autónomo, es decir, que pueda equivocarse, caerse, frustrarse... Todo ello forma parte del desarrollo emocional y social del niño y a largo plazo favorece su maduración.
  • La presión del niño perfecto. En ocasiones, los padres ponen en el pequeño todas sus expectativas, considerando que solo tienen una oportunidad de que sus deseos como padres se vean cumplidos, lo que se traduce en una pesada presión que persigue al niño durante su infancia y adolescencia. Los progenitores no deben proyectar en los hijos aquellos sueños que no cumplieron ni sobreponer las exigencias académicas. Esto influye en el menor, ya que no puede complacer a sus padres, lo que le ocasiona una baja autoestima.
  • La soledad del hijo único. El inconveniente de la soledad puede paliarse, por ejemplo, si los niños acuden a una escuela infantil desde muy pequeños, ya que así aprenden a compartir y a relacionarse con otros menores. Además, si hay primos de edades similares en la familia es aconsejable que se vean con frecuencia para fomentar su vinculación. Muchas veces los hijos únicos establecen esa vinculación fraternal con un amigo o un primo, y los padres, en la medida de lo posible, deben favorecer estas relaciones.

 

Lo más positivo

Ser hijo único también tiene sus ventajas. Saber aprovecharlas al máximo es la apasionante tarea de los papás.

  • Más listos y creativos. Recibir más atención por parte de los padres y tener más recursos permite a los hijos únicos tener más oportunidades de éxito. Está demostrado que los hijos únicos tienen mayor probabilidad de ser más inteligentes, ya que reciben más estimulación, pues tienen toda la atención de los padres. Al pasar más tiempo con adultos, los hijos únicos desarrollan antes su capacidad lingüística y poseen un vocabulario más rico, además de aprender a entretenerse solos, lo que favorece el desarrollo de la imaginación y la invención.
  • Seguros de sí mismos. El hijo único se siente único y especial, pues disfruta en exclusiva del afecto de sus padres, sin la necesidad de competir por llamar la atención, lo que puede favorecer una buena autoestima, ya que se siente valorado y querido, muy seguro de sí mismo.