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Cómo fomentar la autoestima infantil Niño

Cómo fomentar la autoestima infantil

Últimamente está de moda el mejorar el crecimiento personal entre la población adulta, olvidándonos que la gestación de un adulto sano será la consecuencia de una buena siembra en la edad pediátrica. La importancia de la autoestima infantil y su elaboración en el tiempo correspondiente permitirá un mundo de adultos equilibrados y sanos. 

Ellos, con su inocencia, ingenuidad y pureza, perciben nuestros miedos e inseguridades. No hacen falta palabras, ni situaciones. Tan solo nacer sufren cólicos y molestias digestivas si perciben ansiedad en casa, por ejemplo. Seguro que todos hemos vivido alguna circunstancia sorprendente en que un niño pequeño te pregunta: “¿Estás triste hoy, mamá/papá?”, a pesar del esfuerzo hercúleo que hemos hecho por disimular nuestro malestar o preocupación… Así pues, ante este panorama, deberemos esforzarnos porque esto ocurra lo mínimo.

Cimentar buenas bases será la estructura para construir. Y es que somos el mejor ejemplo a seguir para los niños, por lo que debemos fomentar nuestro autocuidado. Y por supuesto, tener la certeza que nuestra forma de actuar y de tratarles, así como de los valores que les inculcamos, será el índice que predecirá la historia de sus vidas futuras.

La idea no es producir seres perfectos, buscadores de ego soberbio y/o superficial. Más bien todo lo contrario: niños que se quieran y confíen en sí mismos.

 

Cómo fomentar la autoestima infantil

  • Dedícale tiempo y tenlo en cuenta de manera exclusiva: debemos considerar lo que el niño nos solicita y nos reclama. Desconectar de la tecnología, mirarle a los ojos, permitirle expresarse… será una gran forma de conectar desde el principio, enseñándole que es lo prioritario en nuestra vida y que queremos aportarle lo mejor. Intenta encontrar un espacio individual para cada uno de tus hijos, pues el hecho de ser importantes y protagonistas de tu tiempo es muy reforzante a nivel estima entre padre-hijo y también respecto a la suya propia. Será la calidad de esos momentos, y no la cantidad, lo que los niños realmente precisen de nosotros. Dedicarles tiempo será el mejor regalo, ya que no hay opción a devolución.
  • Permite errores y corrige desde el cariño: los niños son esponjas que absorben lo bueno y lo malo. Juntos, aprenderéis muchísimo y el intercambio será mutuo. Con paciencia, con buenas palabras, mostrándoles la forma más correcta… Serán grandes exploradores acumulando los “tesoros” que les permitirán saber aceptar los errores y siempre, sacarles la parte positiva: el aprendizaje.
  • Da responsabilidades fomentado su autonomía: mientras son pequeños dependen de nosotros, pero eso difiere de limitar su autonomía. Dejarles tomar pequeñas decisiones en cuanto a hábitos diarios o a sus relaciones, les hará sentir que pueden necesitar a mamá/papá en muchas ocasiones, pero que ellos también son capaces, necesarios y contribuyentes en la vida familiar y social. Por ejemplo, pueden elegir la ropa para ponerse, recoger platos, ayudarte a preparar el desayuno…
  • No compares ni etiquetes: nuestro afán por demostrar lo que valemos hace que tomemos referencias del exterior y eso comporta que acabemos siendo incapaces de valorar lo que nosotros somos. Y ahí es donde está el “gen de la autoestima”: nadie es mejor ni peor que nadie, todos somos diferentes y cada persona es única. Evitar el categorizarlos con adjetivos negativos tampoco les ayudará a acrecentar su autoestima de forma saludable. Cuando el niño haga algo mal, debemos evitar el lastrarles con adjetivos como: torpe, malo, tonto… Será nuestro reto lograr hacerles entender de buenas maneras lo que no está bien hecho y sobretodo, educarles en cómo si deben actuar. Por ejemplo: no pegar a su hermano, hacer la cama acompañándoles y haciéndolo con ellos, no gritándoles, aunque ellos nos griten… Y bajo la misma tesitura, tampoco decirles: listo, bueno o inteligente… no comprenderá en qué se fundamenta exactamente esa referencia hacia él. Lo que sí será fantástico será valorarles sus esfuerzos y premiarles reforzándoles sus buenas conductas. Es decir; decirle que te encanta verle leer, que ha hecho muy bien la cama, que estás contento porque ha hecho sus tareas… Se resume en una frase; juzga sus comportamientos pero no al niño.
  • Establece límites claros y sé firme con ellos: demos mensajes claros y que seamos consecuentes con ellos. El niño querrá conseguir su cometido negociando con ingeniosas estrategias para llegar a su fin; por eso si le has puesto una condición razonable, no habrá posibilidad que la pueda vencer. Firmeza, para hacerla valer, pues de lo contrario, no se lo tomará en serio. Debe aprender que no todo es posible y que pese a ello, no es ningún caos mundial. Si nuestros mensajes son contradictorios, no consecuentes; dejaremos un vacío de estructura en ellos mismos para integrar la habilidad y la aptitud de gestionar las dificultades o contrariedades de la vida adulta.
  • Valora el camino, no la meta: valora su esfuerzo, pero no solo los resultados finales. No nos centremos en las notas escolares si son sobresaliente o un aprobado, lo importante es la constancia y el esfuerzo realizado por el niño para con su responsabilidad. Fácil es la crítica y decir a cualquier en qué se equivoca, pero, ¡qué raro es últimamente que alguien te felicite por un logro o te diga qué bien estás haciendo algo en el mundo adulto! Lo positivo, atrae lo positivo. Cabrá mencionar también que no deberemos exagerar en halagos siendo concretos en qué les estamos reforzando. E incluso comentar que reforzarles también delante de otras personas comentando sus logros o esfuerzos, también será positivo en cuanto a hacerles sentir útiles e importantes en sociedad. Es importante que comentes con otras personas ante el niño sus logros y su esfuerzo, pues le hará sentir útil e importante.
  • Valida sus emociones: si el niño llora es probable que algo le haya hecho daño, si el niño ríe será porque algo le ha dado satisfacción; dale la importancia que tiene. Evitemos quitarle relevancia a sus sentimientos; tan solo deberemos ayudarle a matizar la intensividad de ellos si fuese pertinente.
  • Fomenta la seguridad y la independencia: no les sobreprotejamos con guardia y vigilancia 24 horas al día, no les hagamos lo que han de hacer ellos para evitarles equivocaciones o dolores… Generamos entonces niños burbuja que, en el futuro, se romperán internamente ante cualquier incidencia de la vida. Ellos no se rompen y necesitan un dinamismo que les genere oportunidades de desarrollo constantes; seamos cómplices de su crecimiento como persona individual.

 

 

Artículo eleborado por Silvia Bernárdez. Enfermera pediátrica.