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Niño | 2 a 6 años | Cómo desmontar una rabieta y no morir en el intento

Cómo desmontar una rabieta y no morir en el intento Niño

Cómo desmontar una rabieta y no morir en el intento

Detrás de cada rabieta o berrinche hay un mensaje oculto, un origen y una situación que lo mantiene y refuerza, investigando estos puntos tendremos en nuestro poder las claves para desmontarlos.

Por lo general, todos los niños buscan atención, aceptación y cariño, pero no siempre utilizan los mejores métodos para conseguirlos, para eso estamos los padres, para enseñarles las mejores y más adecuadas estrategias siempre desde el respeto y comprensión que se merecen.

Solo con respeto y cariño se puede operar con niños, las demás opciones no hacen más que alimentar lo que creó el problema que es inseguridad y falta de recursos para gestionar la frustración de no conseguir lo que quieren.

Nuestros pequeños prueban nuestros límites y se detienen cuando los encuentran. Es por esto que es clave tratar el tema de los límites relacionándolos con los berrinches, ya que se trata de un traspase de estos.

Los motivos que llevan a los niños a tan indeseables conductas pueden ser desde la ira, intentos de comunicar que están en una situación que les desagrada, frustración, cansancio, sueño y hasta un intento de manipulación hacia los padres para conseguir algo que quieren. Un primer paso para entender de qué tipo de berrinche se trata es observar y conocer a nuestro hijo y en función del motivo que lo causó actuar en consecuencia.

El temido berrinche no es ni más ni menos que la manifestación de un estado del niño que nos indica que hay algo que debemos atender y corregir. Ellos están usando una estrategia inadecuada para conseguir algo que quieren, si les funciona la seleccionarán como primera opción, ya que es rápida e infalible y repetirán, si no les sirve la extinguirán. Es por este motivo que deberíamos extinguir la conducta inadecuada e instaurar la correcta. No se trata de decirles solo: “Así no vas a conseguir lo que quieres”, sino también: “Sin embargo, si lo haces así, sí lo puedes conseguir”.

Habría que atender también no solo a la forma en que comunican y manifiestan su frustración, sino al origen de esta y mostrarles nuestra disposición de apoyo.

 

¿Qué hay detrás de cada rabieta?

Posiblemente uno de los factores que haya detrás sea una baja tolerancia a la frustración, que no deja de ser un concepto básico para una correcta educación.

La solución en estos casos es educarles en contacto con el principio de realidad, donde los premios y felicitaciones provienen del esfuerzo y no del mérito innato.

La realidad con la que se van a enfrentar nuestros pequeños no les va a proporcionar todos sus deseos, para ello necesitarán esfuerzo y tendrán que aprender a aplazar su deseos de satisfacción inmediata y tener miras más en el largo plazo. Por lo tanto, enseñémosles, ya desde pequeños, el mundo en el que viven.

A veces con la intención de proteger o responder a sus expectativas los padres se dejan llevar y acaban dándoles todo lo que piden, en el momento que lo piden y no se dan cuenta de la importancia que tiene para nuestros pequeños que practiquemos el “no” educativo.

La satisfacción que prosigue a algo conseguido sin esfuerzo se desvanece rápidamente y se aleja de la realidad. Sin embargo, algo conseguido mediante el trabajo es más gratificante y los efectos son más duraderos y reforzantes. Podemos recordar un premio ganado en nuestra infancia durante toda la vida, pero, ¿quién se acuerda del juguete que conseguimos cuando nos emperramos en un centro comercial?

No se trata de quitarles metas, sino de fomentar su paciencia, por ejemplo mediante preguntas: “¿Y cómo vas a conseguir lo que quieres? ¿Has pensado en cómo merecerlo? ¿Yo te puedo ayudar…?”.

A veces caemos en la trampa de darles lo que quieren por falta de tiempo, porque nosotros no lo tuvimos o porque no queremos que les falte de nada. Todos estos motivos son comprensibles, pero no justifican un comportamiento tan tóxico como es darles cosas sin merecerlo.

 

Claves para desmontar una rabieta

  • Habla lo más tranquilo posible: el niño está nervioso y grita sin control, pero si tú lo compensas hablando bajito, tranquilo y claro, se adaptará a tu tono y ritmo, no te adaptes tú al de él.
  • Habla despacio y claro: intenta que focalice su mirada en tu cara y expresión, si tienes que ayudarle puedes redirigir su cara hacia ti. Siempre de forma suave, recuerda que quieres que él se adapte a ti, por lo que tu misión es mantener la calma y no mostrar reflejos de ira.
  • Déjale claro que esa no es la forma de conseguir lo que quiere: ofrécele alternativas. Haz que esté motivado por obtener algo, pero que se esfuerce por conseguirlo.
  • Nunca te enfades: a veces el enfado de los padres para él significa atención y es lo que quiere, si tienes esto en cuenta estarás más motivado para no enfadarte y si no obtiene lo que busca, posiblemente extinga la conducta o cambie de estrategia.
  • Utiliza la técnica del tiempo fuera: sácale de la situación, cambia de escenario, siempre de forma tranquila, pero firme, explicándole por qué se le retira de la situación y dándole tiempo a que piense lo que está haciendo. Espera hasta que se calme y prémiale cuando se haya calmado.
  • No te dejes vencer por la presión externa: es cierto que a ciertas personas les molestan enormemente los gritos de los niños, pero esto no es motivo para que tú te presiones más, sería contraproducente aumentar tu ansiedad. Intenta mantener la calma y puedes, una vez tengas la situación bajo control, pedir disculpas si notas que has provocado malestar.
  • Intenta extender este modo de actuación al entorno que rodea al niño: si tu haces y otros deshacen no avanzaremos. La coherencia es clave.
  • Negocia con tu hijo, pero recuerda que tú mandas: hay veces que existen conductas poco recomendables que son muy difíciles de eliminar: la famosa etapa del “caca, pedo, culo, pis”, tan poco glamurosa en ciertas situaciones sociales. Esto compromete mucho a los padres que pueden pasar por algún sonrojo. En el momento el niño capta la atención (negativa) de los padres y demás oyentes, los padres lo pasan mal y el niño repite y repite. Cuando nos encontramos con situaciones que no queramos que se repitan y que llevan una larga historia de aprendizaje y reforzamiento no nos queda más remedio que negociar, pero tenemos que ser más inteligentes que el niño y esto no es fácil a veces. Por ejemplo, si le decimos que esto solo lo puede decir en determinada habitación, no lo estamos prohibiendo, por lo que la resistencia es menor, no es algo categórico, sino aceptable, pero solo en ciertas circunstancias, por ejemplo en el baño. A los niños les encanta salirse con la suya… y a nosotros también. El baño es un sitio dónde normalmente o está con los padres o está solo, dependiendo de la edad. Si está solo al principio lo gritará a los cuatro vientos y se divertirá haciéndose largos viajes al baño y haciendo gala de tan corta victoria y a la larga se olvidará, ya que nadie le oye.

Lo más importante a la hora de educar a nuestros hijos es el respeto y el cariño con el que nos dirigimos a ellos. La atención y el apoyo incondicional no solo ayudará a que se dejen ayudar, sino a que se sientan respetados y queridos y eso será junto con la educación una inversión y sentimiento que les acompañará de por vida.

 

*Artículo elaborado por la psicóloga Amaya Terrón www.psicologiaamayaterron.com