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Educación emocional en la infancia

Las emociones constituyen uno de los pilares fundamentales del ser humano pues determinan el comportamiento y la capacidad de aprendizaje. Una adecuada educación emocional propicia el bienestar, la salud de la persona, y previene las dificultades en el desarrollo madurativo afianzando la formación de una personalidad estable; tomar conciencia de los sentimientos facilitará el equilibrio interno y la relación con los demás; expresar y controlar las emociones es un objetivo educativo básico para favorecer el propio proceso de desarrollo.

Educar emocionalmente desde la primera infancia implica validar las emociones, empatizar con los demás, ayudar a identificar y a nombrar lo que se está sintiendo, poner límites, enseñar formas aceptables de expresión y de relación con los demás, quererse y aceptarse a uno mismo, respetar a los demás y proponer estrategias para resolver problemas. En la educación infantil proponemos contenidos básicos la conciencia emocional, la regulación emocional, autoestima y habilidades socio-emocionales entre otros.

Poner en práctica nociones de educación emocional no solo enriquece a los niños sino también a los adultos en cuanto a su crecimiento profesional y personal, genera comunicación, empatía e ilusiones compartidas basadas en el diálogo y en el respeto.

Las labores de la familia y posteriormente de la escuela consisten en inculcar valores que permitan a los niños sentirse más felices con ellos mismos y con los otros, proponer alternativas que cooperen en el desarrollo de la identidad personal y enseñar a actuar con autonomía y responsabilidad social.

 

El mundo emocional en la etapa infantil

Desde el octavo mes hasta el primer año de vida las emociones más puras se identifican por su expresividad, así en los bebés reconocemos alegría, enfado o rabia, miedo, tristeza, placer… Con la llegada de los dos años las emociones se vuelven más complejas y aparecen variantes de las anteriores como la vergüenza o derivaciones del afecto, por ejemplo, los celos. Cada niño es un ser único y su mundo emocional es muy variado, subjetivo y de múltiples componentes. En nuestra labor educativa debemos descubrir cómo el pequeño va construyendo su universo emocional, su capacidad de evolucionar emocionalmente y, tener en cuenta que sobre los 3 o 4 años empieza a relacionar y organizar sus emociones en categorías diversas. Entre los 4 y los 6 años los pequeños perciben que su conducta produce reacciones en los demás, entonces comienzan a controlar sus impulsos para terminar consiguiendo una mayor estabilidad emocional e iniciarse en el desarrollo de la conducta moral.

 

La expresión del cariño

Cuando los niños nos manifiestan su afecto quedamos cautivados. Sus besos, sus abrazos y sus caricias en estado puro son las primeras manifestaciones de un desarrollo emocional. De acuerdo con estas afirmaciones, es muy conveniente mencionar la necesidad de los pequeños de una educación emocional que les ayude a identificar sus sentimientos para poder establecer buenas relaciones con los demás.

 

¿Cómo podemos contribuir desde el mundo adulto?

En primer lugar permaneciendo receptivos a sus demostraciones agradeciéndolas e invitándoles a exteriorizar su cariño de la forma más natural posible. El paso siguiente consistirá en animarlos a hacerlo pero sin presiones, siempre desde la espontaneidad.

Seremos modelos para ellos si expresamos el cariño:

  • Amando sin reservas y de manera incondicional.
  • Recordando que les amamos aunque creamos que no necesitan escucharnos.
  • Corrigiendo su comportamiento sin descalificar cuando ha hecho algo que está mal.
  • Proporcionando abrazos, caricias y miradas de confianza, seguridad y complicidad.
  • Permaneciendo a su lado mientras crecen tanto en los logros como en las frustraciones.

 

Artículo elaborado por Ana Roa. Psicopedagoga y fundadora de RoaEducación.