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Bebé | 0 - 9 meses | Samanta, a mi me pone ser padre

Samanta, a mi me pone ser padre Bebé

Samanta, a mi me pone ser padre

La celebrity Samanta Villar ha sembrado la polémica, al afirmar que la maternidad le ha quitado calidad de vida. No sé si ha argumentado aquella frase, vertida al parecer en un libro autobiográfico, o si la ha dejado vista para sentencia, en el reino de los tuits.

Gracias a twitter, la red social que ha revitalizado los aforismos, uno puede ocupar el nicho de la fama, extinta para siempre la jet set física y tangible, tal cual la conocimos los niños del baby boom. Desaparecido Puerto Banús, para encontrar la fama, solo hay que saber mover el dedo y la cerilla. Y Samanta lleva varios meses sabiendo llegar hasta la cima, hasta la cumbre, hasta la llama, hasta el trending topic de la superficialidad. Antes lo consiguió con el aceite de palma, del cual hemos hablado en esta misma sección. Esta vez ha logrado pegarle una pasada por la izquierda al club de las malas madres, y ha llegado a afirmar que, desde que tiene hijos, su vida es peor. Pues vale. Genial. Es una opinión. A priori, una como tantas. Pero, claro, esta Anita Obregón del siglo XXI lanza el dardo para polemizar.

 

El estallido instantáneo (la bomba del titular) es lo único que cuenta

A mí, la opinión de marras me ha dado que pensar. En primera instancia, estamos en el tiempo de lo superfluo. De la superficie no pasamos. No hay nada más allá de la epidermis. Esto es, el estallido instantáneo (la bomba del titular) es lo único que cuenta, es lo único que se propaga. Esto es: la argumentación de la susodicha Samanta no ha trascendido. Solo ha calado en la sociedad esa opinión llamativa, altisonante, curiosa, porque contrasta con la norma hasta el momento: la maternidad es un coñazo, te quita energía, convierte tu vida en algo peor. ¿Cuáles son los porqués de dicha opinión? Porque alguno habrá, supongo. Eso ya no se sabe: para encontrarlos, hay que leerse su libro. A mí, por lo pronto, afrontar su lectura me da pereza.

 

La vida no es un camino de rosas, y siempre hay cuotas de esfuerzo que hay que pagar

Bicheo por internet sobre estos menesteres para ver qué encuentro, y solo hallo vaguedades con poso de verdad. Que si la mujer es más importante que la maternidad (muy cierto); que si los hijos te dan momentos felices puntualmente (cierto también); que si con el embarazo una se encuentra regular (uf, que se lo digan a una que yo me sé, que vomitó y vomitó sin parar hasta el día de la cesárea); que si hay interferencias entre los hijos y el trabajo (que me lo digan a mí, y a las diecisiete interrupciones –las he contado– que llevo desde que he empezado a redactar estas líneas). Etcétera. Dice Samanta que si lo llega a saber, hubiera pasado de la maternidad. Pues vale. Fenomenal. ¿Pero esos malos momentos no se intuían? Porque es como si yo digo: joder, si llego a saber que tengo que dejarme los codos durante seis años, hubiera pasado de ser médico. ¡Menuda cosa tan pelma, tener que chapar y chapar, tener que saberse el recorrido del nervio mediano y las funciones de la serotonina! Pero, vamos: uno sabe dónde se mete. La vida no es un camino de rosas, y siempre hay determinadas cuotas de esfuerzo que hay que pagar. ¿O acaso todo es sencillo?

 

Acabemos de una vez por todas con la cosificación de la mujer

Está claro que la mujer es mucho más que una cosa pensada para gustar al hombre y destinada a la maternidad. Faltaría más. Una mujer que no es madre no es una mujer incompleta. ¡Faltaría más! Eso lo tenemos que gritar a los cuatro vientos los hombres, pues el fin del machismo pasa por nosotros. Hemos de educar a nuestras hijas en ese precepto. Y no pasa nada en absoluto por despotricar, por pensar en voz alta, o hacerlo un tanto a la ligera, siempre y cuando uno se ría después de su mosqueo. Supongo que todo quedará ahí, que habrá una buena justificación posterior. Porque, de no ser así, ¿ha pensado Samanta que el día de mañana sus hijos pueden leer el arrepentimiento concepcional de su madre? ¿Y van a tener la suficiente madurez como para saber disculparla?

 

Hijos y calidad de vida

Yo siempre he dicho que a través de los hijos tenemos la excusa perfecta para ser mejores personas. Cuando les explicamos que hay que compartir, cuando les decimos que no hay que malgastar el agua, cuando verbalizamos que hay que cuidar el medio ambiente, cuando les educamos en el respeto y en la tolerancia estamos volcando con fuerza nuestro sentido ético en sus pequeñas mentes. Y eso –ojo, a mí– me compensa con creces que el fin de semana nos despierten a las seis y media, o que tengamos que malgastar tiempo de trabajo acompañándoles al centro de salud para que les pongan las vacunas. O que, y sigo con mi biografía, sufra los sábados con los goles que le calzan a mi hijo portero en un equipo de barrio. Porque, no nos olvidemos: en una balanza hay dos lados. Sepamos ver ambos, en conjunto. El conjunto de la familia, por regla general, suma más que resta. A mí me pone ser padre. Creo que es lo mejor que me ha ocurrido, aunque me haya perdido setenta conciertos y ciento quince obras de teatro; o no sé cuántas pelis en versión original. Pero pesa mucho más el plato de las ganancias. En resumen, Samanta, te lo digo en tu idioma: #MePoneSerPadre.

 

Artículo de opinión publicado por el Dr. Iván Carabaño, Jefe de Servicio de Pediatría del Hospital Rey Juan Carlos - Hospital General de Villalba (Madrid) en la revista Mi Pediatra nº 141.