Está en

Niño | Educación | El niño chivato

El niño chivato Niño

El niño chivato

“Papá, Juan ha roto el vaso de la abuela”, “Profe, María se ha colado en el tobogán”. Cuando un niño acusa a otro de estar haciendo algo que va contra las normas pueden estar pasando muchas cosas.

Puede que simplemente quiera llamar la atención; o tal vez que su deseo sea complacer a los mayores, ganarse su favor frente al resto; o demostrar que ha aprendido muy bien esas normas que le han enseñado, o que piensa que tiene una especie de obligación en denunciar aquello que no funciona de acuerdo con ellas.

 

Ha descubierto la frontera entre el bien y el mal

A partir de los cuatro años, una serie de cualidades relacionadas con lo que es decoroso, honrado o razonable empiezan poco a poco a tener cabida en la mente del niño; y cuando el otro no se comporta de acuerdo a esa deseable nebulosa que va adquiriendo, levanta la mano y le acusa, en una especie de ejercicio diferenciador entre el bien y el mal, como actitud alternativa a la violencia que los adultos le enseñamos a rechazar. De este modo, chivarse sustituye a pelearse, pero como en todos los campos, los extremos nunca son deseables…

 

Peligros del chivato

Chivarse en exceso puede implicar dificultades para un correcto desarrollo social, encubrir un exagerado espíritu competitivo y un deseo de colocarse por encima de los demás de forma notoria, y sobre todo perceptible por los adultos, cuyo favor se pretende obtener. Los padres ven cómo esa actitud suele estar muy patente entre hermanos y no siempre es fácil guardar el necesario equilibrio para destacar lo que está bien hecho y a la vez no premiar muy visiblemente al chivato, pues esta conducta llevada a cabo de manera permanente no se enmarca tampoco en el ideal de comportamiento.

Un niño que puntualmente destaca una acción que otro ha llevado a cabo, y que no es buena, puede estar aumentando su autoestima, ya que es capaz de trasmitir y demostrar que puede ser digno de confianza. Pero cuidado con fomentar la cultura del soplón dando por bueno que es siempre es cierto lo que nos dice, frente a los demás… conviene hacerle ver que él también puede haber hecho cosas fuera de la norma más purista, que “nadie es perfecto”, y que todos juntos vamos a poner los medios para mejorar. Y si no hemos visto la acción denunciada, dejemos en nuestra mente cierto beneficio a la duda, comprobemos, seamos adultos y actuemos con equilibrio y distanciados de actitudes exageradas.

 

Buscar el equilibrio

No siempre es fácil hacer entender a los niños lo que es oportuno comunicar a los mayores y lo que no lo es. Posiblemente, la clave esté en un matiz que para nosotros puede estar muy claro, y es el hecho de que la acción que se esté llevando a cabo, y que potencialmente no sea buena, afecte o no directamente a otros. Por ejemplo, si en clase un niño se dedica a leer tebeos o a escuchar música con los cascos, eso es algo que afecta directamente a ese niño y que él está eligiendo hacer en su propio perjuicio, pues no está aprendiendo nada de los que se está contando en el aula. Pero si resulta que lo que hace el niño de los cascos es ponérselos en el oído a nuestro hijo, o le quita el cuaderno y no le deja escribir, o cualquier otra acción que sí le afecte directamente, este es el momento de levantar la mano para que le diga al profesor que tal niño está molestándole.

Es muy importante utilizar ejemplos claros y explicarlos en la línea anterior. Si únicamente le decimos al pequeño “no seas chivato”, puede no entender por qué cuando muestra que alguien incumple las normas que él sí ha entendido, parece que es él quien está haciendo algo malo… lo que puede provocar que pierda confianza en nosotros y deje de contarnos sus problemas y sentimientos. Por lo tanto, hay que invitar a la reflexión en cada caso, de acuerdo con el desarrollo madurativo del niño o la niña que tiende a mostrar esa actitud.

 

Indaga por qué lo hace

Ante este tipo de situaciones conviene intentar saber si detrás de esas acusaciones constantes por parte de unos niños sobre otros hay algo más; si tal vez el niño que se chiva esté buscando que se le preste atención, si posiblemente no estamos escuchándole con la debida atención cuando nos quiere contar sus cosas, si puede ser que no le estemos dedicando ese tiempo que necesita solamente para él. Determinadas situaciones de estrés, la llegada de un nuevo hermanito, una modificación en el entorno familiar en general, un cambio de residencia o colegio… o problemas de baja autoestima facilitan la aparición de esas conductas, que pueden ser minimizadas simplemente estando presentes y acompañando a los niños, pasando con ellos tiempo de calidad, destacando lo que hacen bien, disfrutando con ellos de lo que les gusta, y sobre todo escuchándoles para que se sientan valorados e importantes por lo que realmente son, sin necesidad de llamar la atención de otras maneras más incómodas.

 

¿Qué estrategias podemos utilizar cuando se chiva?

Lo más adecuado será no proceder impulsivamente y hacerle ver al chivato que nos ocuparemos más delante de lo que nos comenta,  restándole importancia y sobre todo evitando reprender al pequeño desobediente delante del denunciante.

Si el chivato obtiene éxito inmediato por las más pequeñas cosas, el niño travieso podrá pensar que mantener esa actitud es algo positivo y tenderá a convertirse también en chivato, para obtener recompensas igual que el otro; desde luego que cuando se evitan situaciones peligrosas gracias a una comunicación coherente y no chismosa, es conveniente premiar la informador; pero solamente en esos casos, pues cuando son realmente cosas sin importancia las que están pasando, lo coherente es no darle ninguna importancia, dejar la eventual resolución del problema para más adelante… y conseguir que el chivato se aburra y vaya perdiendo interés en mantener esa actitud de acusica.

En primer lugar, conviene analizar la situación real para ayudarle a separar entre lo que es realmente peligroso o cuando solo es un chisme. Que quieran un helado igual que el de su hermano y parezcan “unos copiones” no es lo mismo que estén intentando saltar para “colgarse” de  las lámparas o asomándose por la ventana de manera arriesgada, aunque para niños en edad preescolar no siempre es fácil ayudarles a darse cuenta de todos los detalles para valorar situaciones.

Por otra parte, también hay que dejarles claro que, a pesar de no ser necesario ir contando todo a todos los que tienen alrededor, sí que pueden venir a nosotros y pedir ayuda cuando necesiten hacerlo. Nos interesa que la comunicación sea fluida, que confíen en nosotros y que seamos capaces de reconfortarles y darles seguridad. Es solamente una cuestión de equilibrio y coherencia, de ser predecibles en nuestra relación y protección.

 

Fomentar la autonomía de los pequeños

No siempre es necesaria nuestra intervención ante el reclamo de los pequeños, más bien todo lo contrario. Cuando no hay un riesgo real y se trata de mínimos conflictos entre ellos (especialmente si son hermanos, cuidado con fomentar su rivalidad poniéndonos de entrada del lado de uno u otro) hay que dejar que afronten solos sus rencillas y no busquen implicarnos, pues así aprenderán ciertas formas de negociación, colaboración y respeto mutuo. Estaremos atentos para que no se produzcan situaciones de dominación o de falta de respeto entre ellos, pero dejando actuar para que puedan ir creciendo y adquiriendo mayor autonomía, dejándoles margen para que resuelvan sus problemas. En determinados casos podemos ayudarles a buscar alternativas para responder a eventuales situaciones complicadas cuando veamos que los asuntos se les pueden escapar de las manos… y que ellos desarrollen los acuerdos finales.