¿Es aconsejable contar a los hijos concebidos por donación y otros métodos su origen? Embarazo y parto
Cada vez son más los niños que nacen gracias a técnicas científicas y no de forma tradicional. Es entonces cuando nos planteamos si debemos explicarles a estos niños su origen de procedencia o la forma en que han sido concebidos y cuándo contarlo.
Actualmente en nuestra sociedad existen numerosas formas de entender las familias. Existen familias monoparentales, creadas por un solo progenitor, bien sea hombre o mujer, familias creadas por parejas de mujeres u hombres, familias con hijos procedentes de maternidad subrogada, familias que han tenido que recurrir a diferentes métodos para conseguir un embarazo (óvulos o espermatozoides donados) o su hijo proviene de una fecundación in vitro de espermatozoides y óvulos propio de la pareja o incluso de óvulos congelados años atrás porque se decide retrasar la edad de la maternidad. Otros casos más inusuales son los casos donde el hombre fallece en pleno proceso de fecundación in vitro habiéndose congelado su semen con anterioridad y es padre aún fallecido. Como vemos, existen tantas familias y modelos posibles como personas, cada uno es libre de crear su modelo de familia y esto cada vez es más usual y aceptado.
¿Es adecuado contar el origen de su creación?
Desde el punto de vista psicológico y ético se considera una gran ventaja y derecho conocer nuestros orígenes, comprender de dónde venimos y la forma en que fuimos concebidos. Pero también es cierto que es una decisión que compete únicamente a los padres.
Los psicólogos coincidimos en gran mayoría que la ocultación, negación u omisión de la realidad supone poner en peligro la integridad y derechos de los niños, así como una carga innecesaria a los padres.
Negar la realidad privando a nuestros hijos del derecho a saber la verdad sobre su origen y creación sería como asumir que no aceptamos la propia situación y nos alejaríamos del principio de realidad, negado una realidad que nunca cambiará y pesará en el inconsciente propio y de nuestra descendencia. Son esos secretos de familia que complican la verdadera unión familiar y fomentan el conflicto en las personas.
Ocultar supone que entendemos que nuestro hijo sería incapaz de asumir su propia realidad, tratándole, de esta forma, como alguien más débil de lo que probablemente sea.
Esta negación u ocultación de la verdad también supone el riesgo de que en algún momento se descubra todo con la consecuente culpa, conflictos y sin despreciar la carga tensional que supone una mentira u ocultación durante el tiempo que se mantenga. Decidir no respetar el derecho de nuestros hijos a saber su origen es una carga demasiado pesada y que no compensaría a la larga.
A pesar de ello habría que plantearse cada caso concreto y tener en cuenta el contexto, situación y motivaciones por los que cada persona toma sus decisiones y nunca juzgar, ya que cada uno tiene sus propias ideas vivencias y opiniones. Por lo que, lejos de querer imponer una única forma de hacer las cosas, es mejor un diálogo y análisis interno de las causas y consecuencias de cada decisión para poder elegir de forma personal, inteligente y libre.
Situaciones familiares complicadas
Pero, ¿qué pasa en otros casos donde los niños tienen algún tipo de impedimento psíquico o que esta verdad sea incompatible con su correcto desarrollo? Hay que tener en cuenta que una única y absoluta respuesta no sirve para absolutamente todos los casos y es necesario plantearlos todos y adaptar la respuesta a cada situación particular. Por ejemplo, en casos de limitaciones psíquicas donde la explicación no puede ser entendida o sea considerada como una amenaza para la persona provocando en el niño, o ya en el adulto, un perjuicio mayor del beneficio que le supondría. La decisión en estos casos es tan íntima como personal y siempre respetable, perteneciendo únicamente a los padres, quienes conocen a su hijo y sabrían tomar la decisión que más le beneficiase.
Otras situaciones complicadas serían aquellas donde el entorno es tan hostil que sacar esa verdad fuera de la familia sería destructivo para el propio hijo o incluso familia. En estos casos es mejor mantener la intimidad de la familia dentro de la familia, siempre que sea posible. Es cierto que no tendría porqué ocultarse, pero cuando la realidad de la sociedad no puede cambiarse es mejor no exponer a los niños a la opinión cruel que algunas personas pudieran tener. Igualmente, es una decisión que solo los padres pueden tomar en su libertad.
¿Cuál será la reacción de mi hijo?
La respuesta a esta pregunta depende mucho del contexto, el origen de su creación, la edad del menor, la forma de explicarlo, la educación previa inculcada a nuestros hijos, los prejuicios propios de los padres y como se proyectan en el hijo.
Es, por esto último, muy importante aceptar nuestra propia realidad y pensar acerca de ella antes de expresarla.
Siempre será más fácil aceptar una realidad diferente a la usual cuando a nuestro hijos no les hemos traspasado prejuicios reduccionistas propios o ajenos, cuando le hemos educado en libertad, igualdad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás. Por lo que si estamos en disposición de hacerlo, ahora es el momento y si no lo hemos hecho hasta ahora, nunca es tarde para empezar.
Dependiendo de la forma en que ha sido concebido deberemos adaptar el discurso a las posibilidades de comprensión y asimilación del pequeño.
¿Cuándo y cómo contar la realidad de su origen?
La forma más natural de contar esta realidad sería desde el momento en que nuestro hijo tiene posibilidades de entender lo que ocurre a su alrededor.
Si ya hemos llegado a un punto en el que el niño es mayor y aún no hemos enfrentado esta realidad estás leyendo el artículo adecuado. Lo más correcto sería hacerlo cuando estemos preparados, sin caer en la desidia dejando que el tiempo pase.
Una buena idea si estás empezando el proceso sería llevar algún tipo de diario donde puedas recoger tanto pensamientos, como sentimientos y puedas incluso pegar fotos o recuerdos de todo lo vivido. De esta forma será más fácil hacer un recorrido cronológico y también demuestras un interés personal y un cariño dedicado en recordar una historia que merece la pena plasmar. A los niños, incluso a los adultos, nos encanta saber sobre nuestro origen y saber que hemos tenido un impacto positivo en la vida de nuestros padres y esta forma es una manera muy bonita de saberlo. Es muy normal que en los padres que han pasado por este tipo de técnicas o procesos hayan deseado mucho a sus hijos y explicar esto debe formar parte de la explicación en primer término.
El aspecto positivo de contar la realidad
Cuando somos lo suficientemente libres y valientes de contar realidad, aún con temor a ser juzgados, creamos en nuestra familia un núcleo de sinceridad, confianza y protección frente a factores externos.
Decir a nuestros hijos la verdad de su origen supone aceptar la realidad de nuestras vidas. Es una ventaja muy grande porque supone que estamos libres de prejuicios y aceptamos la fortaleza de nuestros hijos y hemos creado previamente la nuestra.
Consejos para dar la noticia
- Trata el tema con respeto y cariño: es cierto que esta realidad provocará un impacto en nuestros hijos, pero tratada con respeto no tiene por qué suponer un trauma, si no es un trauma para nosotros. Nuestros hijos aceptarán mejor una verdad contada con respeto y cariño que cualquier tipo de mentira, incluso protectora.
- Trabajarlo de forma personal antes de comunicarlo: si resolvemos nosotros nuestra propia conflictiva, nuestros prejuicios y temores no los proyectaremos en nuestros hijos y estos quedarán a salvo de ellos y bajo la protección de nuestra libertad y fortaleza.
- Acuerda la forma de hacerlo con tu pareja (si la tienes): la forma de contarlo debería ser acordada con la pareja, explicando el deseo personal de tenerle entre vosotros, la fortaleza que supuso la lucha hasta conseguirlo con todo el cariño y amor que podáis incluir.
- Adaptar el discurso a la edad: es muy posible, dependiendo de la edad en la que se cuente, que nos encontremos con la limitación que supone explicar ciertos aspectos, por lo que sería recomendable adaptar el discurso a la edad, capacidad comprensora y recursos que nuestro hijo tenga e ir aumentando la complejidad de la exposición a medida que va creciendo o interesándose por el tema mostrando curiosidad.
- Deja de lado el miedo o la inseguridad: sustitúyelos por la sinceridad y la motivación por ser padres, por el deseo de traerlo vuestra familia y por el amor con el que se recibió.
Artículo escrito por la psicóloga Amaya Terrón. www.psicologiaamayaterron.com