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Problemas auditivos

Los problemas de audición se deben detectar lo más pronto posible. Antes de salir del hospital, al recién nacido se le realizarán las primeras pruebas, pero, el bebé, nos puede dar algunas señales.

Detectar precozmente la existencia de posibles pérdidas auditivas en el bebé es muy importante para diagnosticar el problema y para poder aplicar un tratamiento que favorezca no solo su capacidad auditiva, sino también el desarrollo del lenguaje.

Si sospecháis que vuestro pequeño puede tener problemas en su audición, acudid al pediatra, quién le realizará una exploración completa y os remitirá al especialista si lo considera oportuno.

 

La importancia de la detección precoz

Antes del primer mes deben realizarse las pruebas para la detección de la sordera, a partir de los tres meses de edad ha de realizarse el diagnóstico y desde de los seis meses debe realizarse la intervención audioprotésica y logopédica.

La rápida detección en el diagnóstico de una posible pérdida auditiva es primordial para el inicio del tratamiento, incluso cuando la pérdida auditiva sea leve.

Una vez detectada la pérdida y realizado el diagnóstico por parte del médico, comienza una etapa muy importante para el niño y su familia. Es fundamental la rehabilitación mediante prótesis o la estimulación de otras vías sensoriales, como el implante coclear, que permite la estimulación del nervio auditivo.

Un retraso en el inicio del tratamiento afectará de manera negativa en el desarrollo cognitivo y del lenguaje del niño, así como en el resto de aprendizajes futuros, lo que puede propiciar a un bajo rendimiento escolar.

 

Dos pruebas eficaces

La prueba de detección precoz de la sordera es totalmente indolora y se realiza a todos los bebés recién nacidos antes de recibir el alta en el hospital. Según el centro hospitalario, el cribado auditivo universal puede ser mediante: Otoemisiones Evocadas Transitorias (OEAT) o Potenciales Evocados Auditivos Automáticos.

  • Otoemisiones Evocadas Transitorias (OEAT): se coloca una pequeña sonda en el oído del bebé que emite un sonido. Esta sonda recoge la respuesta de la cóclea (estructura con forma de caracol situada en el oído interno). Es una prueba muy rápida. 
  • Potenciales Evocados Auditivos Automáticos (PEATCa): consiste en colocar unos electrodos en la cabeza del bebé que recogen la respuesta la respuesta de las vías nerviosas auditivas cuando se le manda un sonido al pequeño, en frecuencias agudas (2-4 kHz) solamente. Realizar esta prueba requiere más tiempo.

Las dos pruebas son válidas para el cribado y se deben confirmar después con técnicas más precisas como los potenciales de tipo clínico y las audiometrías. Estas últimas son la técnica de confirmación obligatoria ante cualquier sospecha y previa a cualquier tratamiento. Consisten en emitir unos sonidos a diferentes intensidades y frecuencias y observar si el niño reacciona. Pueden empezar a ser útiles a partir de los 8-12 meses con las de tipo conductual y, a partir de los cuatro o cinco años se realizan ya las convencionales. 

 

Las opciones de tratamiento

Si después de acudir al especialista se confirma un defecto de audición, es importante iniciar el tratamiento cuanto antes. Lo recomendable es hacerlo antes de los seis meses para facilitar el mayor desarrollo del lenguaje posible.

Las posibilidades de tratamiento incluyen:

  • Audífonos: estos aparatos facilitan la audición al amplificar y estimular la sonoridad, favoreciendo la rehabilitación del lenguaje. Se pueden colocar a partir del diagnostico, que debe efectuarse antes de los seis meses de vida.
  • Logopedia: será necesaria durante un largo periodo.
  • Implante coclear: se aplicará a niños que, tras un periodo de adaptación protésica y rehabilitación adecuada de unos seis meses, no obtengan beneficios.

 

Señales del bebé con problemas auditivos

Primer año (0 a 12 meses):

  • No reacciona ante sonidos fuertes. Por ejemplo, la caída de un objeto pesado, el sonido de una puerta que se cierra de golpe, etcétera.
  • No emite ningún sonido o no gira la cabeza cuando le hablan.
  • Deja de balbucear o los balbuceos pasan a ser gritos de alta frecuencia (entre los seis y los ocho meses).
  • No comprende palabras que deberían serle familiares.
  • No juega con sus vocalizaciones imitando las del adulto.

Segundo año (24 a 36 meses):

  • El bebé no responde a órdenes sencillas.
  • No reconoce su nombre.
  • No presta atención cuando le leemos un cuento.
  • No consigue hacer frases de dos palabras.
  • No sabe identificar las partes del cuerpo.